viernes, 14 de febrero de 2014

Flor de campo


Mis letras son pasajeras, sencillas. No conocen más que el salpicar de esas piedras, aquellos pedacitos de agua, o del sol bañándome los ojos. Mi poesía sin ciencia, se contenta escuchando el techo de lamina cuando lo abraza la lluvia, la rama del árbol jugando con el viento, y regalandole hojas a la banqueta. No hay en mí, un poeta revoloteando entre palabras abolladas de tanto pensarse, forzarse para que quepan en un extenuante verso, palabras que se presumen una a la otra y se vanaglorian de su propia confusión, se alegran de complicarse su propia existencia.
Por eso solo escribo con pies descalzos, pies que cruzan montes y juegan en lodo, escribo con ojos que ven mariposas y sapos, con manos de trigo y piel de maíz. Mi baile es humilde, mi mirada callada y mi sonrisa facil. Le canto a lo pobre, le canto bajito y al oído. Doy ofrendas de tierra mojada, agua al limonero, incienso a la casa. Mi pensar de orégano, miel de abeja, bandoneon y flores de abril, no acepta más que lo glorioso de lo simple.


Ernesto 

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