El sino de un guerrero es inalterable. El desafío consiste en cuán
lejos puede uno llegar dentro de esos rígidos confines y qué tan
impecable puede uno ser.
Si hay obstáculos en el camino, el guerrero
intenta,impecablemente, superarlos. Si encuentra dolor y privaciones
insoportables en su sendero, el guerrero llora, sabiendo que todas sus
lágrimas puestas juntas no cambiarían un milímetro la línea de su sino".
Carlos Castañeda "El Don del Águila"
jueves, 30 de agosto de 2012
martes, 21 de agosto de 2012
Del árbol de la montaña
Zaratustra
había visto que cierto joven le rehuía. Mas una tarde, mientras caminaba
solo por las montañas que rodean la ciudad denominada “la Vaca de
Muchos Colores”, se topó en su caminar con aquel joven, sentado en el
suelo y recostado en un árbol, mientras contemplaba el valle con mirada
cansada. Zaratustra abrazó el árbol contra el cual se apoyaba el mozo, y
dijo:
“Si yo
quisiera sacudir con mis manos este árbol no podría. Por el contrario,
el invisible viento lo maltrata y lo dobla a su gusto. Manos invisibles
son las que nos doblan y maltratan.”
Entonces el muchacho se levantó, consternado, y dijo:
“Estoy oyendo la voz de Zaratustra, ahora justamente, cuando en él pensaba.”
Y Zaratustra le contestó:
“¿Y por eso
te asustas? Ocurre con los hombres lo mismo que con los árboles. Cuanto
más intentan erguirse hacia la altura y hacia la luz, tanto más
profundamente hunden sus raíces en el suelo, hacia lo oscuro, hacia lo
hondo, hacia el mal.”
“¡Hacia el mal, es muy cierto! -exclamó el joven-. ¿Cómo es que puedes saber cuanto está ocurriendo dentro de mi alma?”
Zaratustra sonrió, y le respondió:
“Almas hay que jamás se descubren, como no sea que antes se las invente.”
“¡En el mal,
es muy cierto! -volvió a exclamar el joven-. Tú has dicho la verdad,
Zaratustra. Desde que quiero elevarme hacia la altura, yo ya no creo en
mí, y nadie cree en mí. ¿Cómo ha sido eso? Me transformo demasiado
aprisa. Mi Hoy contradice a mi Ayer. A menudo salto los peldaños,
mientras subo -eso ningún peldaño me lo perdona.
Cuando estoy
arriba, me hallo siempre solo. Entonces nadie me habla, y el frío de la
soledad me hace estremecer. ¿Qué es lo que busco en la altura? Mi
desprecio y mi anhelo crecen juntos; cuanto más arriba llego, desprecio
más a quienes suben. ¿Qué buscan ésos en las alturas?
¡Cuánto
llego a avergonzarme de mis ascensos y de mis tropezones! ¡Cuánto me
mofo de mi violento jadear! ¡Cuánto odio al que vuela! ¡Cuánto cansancio
siento en la altura!”
Entonces enmudeció el joven, y Zaratustra, mirando hacia el árbol junto al cual se hallaban, habló así:
“Este árbol
se encuentra aquí, solitario, en la montaña; ha crecido muy por encima
de hombres y animales. Si quisiera hablar, nadie le entendería: tanto es
lo que ha crecido.
Ahora va
esperando y va esperando…, ¿qué es lo que va esperando? Habita demasiado
cerca del asiento de las nubes. ¿Esperará, acaso, un primer rayo?”
Tras oír esas palabras de Zaratustra, el joven exclamó con viveza:
“Sí,
Zaratustra, tú dices la verdad. Cuando yo quería llegar a lo alto,
anhelaba mi caída. ¡Y tú eres el rayo que yo esperaba! Contémplame y
dime: ¿Qué es lo que soy, desde que apareciste entre nosotros? ¡La
Envidia de ti es lo que me ha aniquilado!”
Así habló el muchacho, y lloró con amargura. Mas Zaratustra le asió por el talle y se lo llevó consigo.
Y, tras haber caminado un breve trecho, Zaratustra volvió a tomar la palabra, y dijo:
“Me has desgarrado el corazón. Mucho mejor que tus palabras, es tu ojo el que me advierte el peligro que te amenaza.
Todavía no eres libre. Todavía buscas la libertad. Tu búsqueda te ha vuelto insomne y te ha desvelado en demasía.
Quieres llegar libre a la altura, tu alma está sedienta de estrellas. Mas también tus malos instintos están sedientos de libertad.
Mientras tus perros salvajes quieren libertad y ladran de placer en su cueva, tu espíritu se propone abrir todas las cárceles.
Para mí
sigues siendo un prisionero que sueña con la libertad. ¡Ay, el alma de
esos prisioneros se vuelve inteligente, pero también astuta y mala!
Quien liberó
su espíritu sigue necesitado de purificación: queda aún en él mucho de
cárcel y de moho: su ojo tiene aún que volverse puro.
Sí, en verdad conozco tu peligro. Mas por mi amor y mi esperanza te conjuro: ¡no arrojes de ti tu amor ni tu esperanza!
Aún te
sientes noble, y aún te estiman como noble los demás, que te aborrecen y
te miran con envidia: saben que un noble les estorba a todos en su
camino.
Hasta a los
buenos les es el noble obstáculo en su caminar: y aun cuando le llamen
bueno, lo que con eso buscan es alejarle de su camino.
El noble quiere crear algo nuevo, y una nueva virtud. El bueno quiere lo viejo, y que lo viejo se conserve.
Mas el peligro que amenaza al noble no es volverse bueno, sino insolente, sarcástico y demoledor.
¡Ay, también he conocido nobles que perdieron su más alta esperanza, y desde entonces calumniaron todas las esperanzas elevadas!
A partir de entonces, viven insolentemente, entre breves placeres, y apenas se trazan metas de más de un breve día.
«El espíritu
es también voluptuosidad», así se dijeron. Y entonces se les quebraron
las alas del espíritu: éste se arrastra ahora de un lado a otro, y
mancilla todo lo que roe.
Antaño soñaron con ser héroes, pero se han quedado en libertinos. Pesadumbre y horror es para ellos el héroe.
Mas yo te
conjuro con mi amor y con mi esperanza: ¡no expulses al héroe que hay en
tu alma! ¡Conserva santa tu más alta esperanza!”
Así habló Zaratustra.
Canción de las simples cosas
Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas,
lo mismo que un árbol que en tiempo de otoño muere por sus hojas
al fin las tristeza es la muerte lenta de las simples cosas,
esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón.
Uno vuelve siempre, a los viejos sitios donde amó la vida
y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas
Por eso muchacha no partas ahora soñando el regreso,
que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo.
Demórate aquí en la luz mayor de éste nuevo día,
donde encontrarás con el pan al sol la mesa tendida
Por eso muchacha no partas ahora soñando el regreso,
que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo.
lo mismo que un árbol que en tiempo de otoño muere por sus hojas
al fin las tristeza es la muerte lenta de las simples cosas,
esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón.
Uno vuelve siempre, a los viejos sitios donde amó la vida
y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas
Por eso muchacha no partas ahora soñando el regreso,
que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo.
Demórate aquí en la luz mayor de éste nuevo día,
donde encontrarás con el pan al sol la mesa tendida
Por eso muchacha no partas ahora soñando el regreso,
que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo.
Aquellas pequeñas cosas
Uno se cree
que las mató
el tiempo y la ausencia.
Pero su tren
vendió boleto
de ida y vuelta.
Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.
Como un ladrón
te acechan detrás
de la puerta.
Te tienen tan
a su merced
como hojas muertas
que el viento arrastra allá o aquí,
que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve.
Joan Manuel Serrat
que las mató
el tiempo y la ausencia.
Pero su tren
vendió boleto
de ida y vuelta.
Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.
Como un ladrón
te acechan detrás
de la puerta.
Te tienen tan
a su merced
como hojas muertas
que el viento arrastra allá o aquí,
que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve.
Joan Manuel Serrat
miércoles, 15 de agosto de 2012
Everybody hurts
El hijo de José y María nació como todos los
hijos de los hombres, sucio de la sangre de su madre, viscoso de sus
mucosidades y sufriendo en silencio. Lloró porque lo hicieron llorar y
llorará siempre por ese solo y único motivo.
José Saramago
Evangelio Según Jesucristo
José Saramago
Evangelio Según Jesucristo
No quiero convencer a nadie de nada
No quiero convencer a nadie de nada.
Tratar de convencer a otra persona es indecoroso, es atentar
contra su libertad de pensar o creer o de hacer lo que le dé la gana.
Yo quiero sólo enseñar, dar a conocer, mostrar, no demostrar.
Que cada uno llegue a la verdad por sus propios pasos,
y que nadie le llame equivocado o limitado.
(¡Quién es quién para decir "esto es así", si la historia de la humanidad
no es más que una historia de contradicciones y de tanteos y de búsquedas?)
Si a alguien he de convencer algún día, ese alguien ha de ser yo mismo.
Convencerme de que no vale la pena llorar, ni afligirse, ni pensar en la muerte.
"La vejez, la enfermedad y la muerte", de Buda,
no son más que la muerte, y la muerte es inevitable.
Tan inevitable como el nacimiento.
Lo bueno es vivir del mejor modo posible.
Peleando, lastimando, acariciando, soñando.
(¡Pero siempre se vive del mejor modo posible!)
Mientras yo no pueda respirar bajo el agua, o volar
(pero de verdad volar, yo solo, con mis brazos),
tendrá que gustarme caminar sobre la tierra, y ser hombre, no pez ni ave.
No tengo ningún deseo que me digan que la luna es diferente a mis sueños.
Tratar de convencer a otra persona es indecoroso, es atentar
contra su libertad de pensar o creer o de hacer lo que le dé la gana.
Yo quiero sólo enseñar, dar a conocer, mostrar, no demostrar.
Que cada uno llegue a la verdad por sus propios pasos,
y que nadie le llame equivocado o limitado.
(¡Quién es quién para decir "esto es así", si la historia de la humanidad
no es más que una historia de contradicciones y de tanteos y de búsquedas?)
Si a alguien he de convencer algún día, ese alguien ha de ser yo mismo.
Convencerme de que no vale la pena llorar, ni afligirse, ni pensar en la muerte.
"La vejez, la enfermedad y la muerte", de Buda,
no son más que la muerte, y la muerte es inevitable.
Tan inevitable como el nacimiento.
Lo bueno es vivir del mejor modo posible.
Peleando, lastimando, acariciando, soñando.
(¡Pero siempre se vive del mejor modo posible!)
Mientras yo no pueda respirar bajo el agua, o volar
(pero de verdad volar, yo solo, con mis brazos),
tendrá que gustarme caminar sobre la tierra, y ser hombre, no pez ni ave.
No tengo ningún deseo que me digan que la luna es diferente a mis sueños.
Jaime Sabines
Así Hablaba Belcebú
Llegan a ser sabios, casi siempre, los seres
que "machacan" la mayor cantidad posible de informaciones de toda clase,
vacías de sentido, como las viejas abuelas gustan cantaletear sobre lo
que se decía, según ellas, en los buenos viejos tiempos.. Allá en tú
planeta, cuantas más informaciones almacena uno (informaciones que jamás
ha verificado y menos aún experimentado por sí mismo), más es
considerado por los demás como "sabio".
G.I. Gurdjieff
G.I. Gurdjieff
Esto es lo que hay
Admiro a la mujer que sale de la
superficialidad del ojo burdo, que rompe la burbuja del físico, la
imagen, el coqueteo, la competitividad de a cuantos logra agradar.
Admiro a la que trabaja la paciencia y la generosidad. Rompe la
pasividad y defiende sus ideas con respeto y congruencia para el bien
común y no con fanatismos o complejos, se une con lealtad al objetivo y
lo hace prosperar. Esas son las mujeres que yo conozco. Y esas son las
que mantienen el mundo aún en función. Gracias a ellas yo no me uno al
que dice que la mujer es incomprensible.
E.A.
E.A.
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