miércoles, 20 de abril de 2011

Mano a mano con Anita

Tengo un corazón fragmentado, en piezas, disuelto, que va por ahí flotando por la ciudad, casi siempre cuando los otros duermen, y se esparce como aire fresco en las noches en que los cuerpos están más calientes...tengo un corazón que está acanalado, y por sus poros pasan las historias de esos amantes aturdidos que se mantienen in ...somnes, siempre, pensando en los labios que les han abandonado; hay quién diría que es un corazón roto, yo puedo refutar que es un corazón en pedazos, pedazos para compartir, pedazos para quedarse en alguien más, para mezclarse, para ser parte de esos amantes

Tengo un corazón entrometido en todos mis asuntos, el viento no se lo lleva a otro cuarto sino es conmigo, tengo un corazón doctorado en equivocaciones y braguitas... ni me di cuenta cuando tomó ese curso el cabrón pero lo hace a propósito, ... le gusta repartirse en cada una de las niñas de pelo largo . Por otro lado tengo un corazón tan noble, le gusta jugar en la hierba y pasear en bici, le gusta repartirse en cada una de las niñas de pelo largo, le gusta ser árbol, le gusta despertar al dormido con alguna caricia y dormir al ansioso. Tengo un corazón que toma café conmigo, y platicamos... y lo veo tan claro, a pesar de que nunca nadie nos presento.



Ana Jaimes
Ernesto A.

domingo, 17 de abril de 2011

La otra orilla


I

He querido recordar aquella canción,
aquella que no pude escuchar dentro de mí, aquella que no supe extraerle al mundo;
operación dolorosa: aquella canción que estoy tratando de escuchar,
aquella cuya ausencia reconozco en la brisa que apenas
inquieta a los almendros,
en la tranquilidad de esa brisa en estas hojas donde también yo habré de morir,
y esa calma acaricia en algún sitio de mí
la forma de esa primera mano que alargamos hacia la vida
y luego retiramos mojada y oscura.

Aquella primera canción, aquella primera canción tal vez no vino nunca,
aquella cuyo silencio ahora se refleja en el rumor de esa brisa en los almendros,
tal vez su silencio, quiero decir el rumor de estas hojas, es el único espejo
donde yo me reconozco, donde yo me miro con atención, subordinado a lo fatal de [esa imagen.
O tal vez esa brisa en las hojas
es la ausencia de toda canción, el rostro silencioso de todos los nombres,
el rostro de espuma disuelto por el mar,
el rostro de mis hijos aún sin ellos en el esqueleto atroz de mi abuelo
después de él.

Ahora recuerdo todo sin pasión, sin armas obsesivas, sin recuerdos,
y ese viaje que la mirada todavía sostiene
abandona el umbral de una tarde de lluvia en la infancia.
Y es aquella costumbre de sonreír involuntariamente,
de sentir esa brisa en los almendros que están dentro de mí, complicados con mi [alma,
y soñar una canción donde tal vez ya no habré de escucharme;
sí, aquella vieja costumbre de vivir…

Y yo entiendo palabras sobre mis propias yerbas,
yo entiendo palabras sobre el mundo para irles dando poco a poco historia,
sonidos arrancados a ellas mismas como confesiones brutales.

Por la torre de la iglesia
pasa el sol y se muerde los labios, ¿o soy yo quien me los muerdo?
¿O son el sol y la iglesia los que muerden mis labios?
¿O es el deseo de sol y de iglesia lo que muerde mis labios?

Sí, he perdido aquella canción, aquella canción, aquel tierno desastre,
aquel artificio donde mi voluntad se hacía pequeñas heridas, pequeñas preguntas [que nunca supieron cortarse la cabeza,
y ahora estoy aquí de vuelta,
mirando estas calles, mirando este río, esta agua cobrizas y doradas bajo
[la luz del sol,
y esta ciudad no es distinta a otras ciudades,
es distinta a sí misma.

Y estoy en esta ciudad como en otra canción que tampoco recuerdo, que tal vez
[nunca estuvo en mis labios,
como en otra palabra que me ocupa gran parte del día
y luego en la noche es mi primera muerta.

Estoy en este parque donde los almendros apenas sugieren la brisa, el tiempo de
[las hojas,
bajo este cielo encallado en la mañana
como una inmensa nave antigua —recuerdo de otros dioses, de otros hombres
y de otras batallas—
y mi mirada abre de par en par los brazos para recibir al paisaje
pero es inútil, en el paisaje hay algo de mirada,
algo también con los brazos abiertos…

Una brisa muy joven sopla entre los almendros, una brisa lejana sopla
[entre mis labios,
y es el silencio,
el silencio de la torre de la iglesia bajo la luz del sol,
el silencio de la palabra iglesia, de la palabra almendro, de la palabra brisa.

Hay un radio encendido en un estanquillo cercano,
pasan unos novios —casi niños— cogidos de la mano,
el sol empuja la torre de la iglesia hacia otro mediodía…
Yo iba a decir algo; cogí la pluma para eso, cogí mi alma para eso;
¿qué iba a decir?

Así paso ese día caluroso y nublado,
así la torre de la iglesia empujada por el sol como un barco llevado por el viento,
cruzó por mi pecho, y luego la noche se cerró sobre las casas, sobre las aguas
[del río,
sobre la historia de aquella mañana,
y fue como si una mano enguantada tuviera todas las cosas en el puño.

Yo iba a decir algo, yo tenía esta pluma en la mano…

José Carlos Becerra

miércoles, 6 de abril de 2011

Poesía en mi casa

A menudo salto los escalones cuando subo, y esto no me lo perdona ningún escalón

F. Nietzsche

sábado, 2 de abril de 2011

If it be your will


If it be your will
That I speak no more
And my voice be still
As it was before
I will speak no more
I shall abide until
I am spoken for
If it be your will
If it be your will
That a voice be true
From this broken hill
I will sing to you
From this broken hill
All your praises they shall ring
If it be your will
To let me sing

If it be your will
If there is a choice
Let the rivers fill
Let the hills rejoice
Let your mercy spill
On all these burning hearts in hell
If it be your will
To make us well

And draw us near
And bind us tight
All your children here
In their rags of light
In our rags of light
All dressed to kill
And end this night
If it be your will

Leonard Cohen