martes, 8 de noviembre de 2011

Lo "Verdaderamente importante"

-¡Hablas como las personas mayores!
Me avergonzó un poco. Pero él, implacable, añadió:
-¡Lo confundes todo…todo lo mezclas…!
Estaba verdaderamente irritado; sacudía la cabeza, agitando al viento sus cabellos dorados.
-Conozco un planeta donde vive un señor muy colorado, que nunca ha olido una flor, ni ha mirado una estrella y que jamás ha querido a nadie. En toda su vida no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa repitiendo como tú: "¡Yo soy un hombre serio, yo soy un hombre serio!"… Al parecer esto le llena de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!



El Principito


"yo soy un tipo muy serio"

Claridad



...

Lo que vemos de las cosas son las cosas.
¿Por qué veríamos una cosa si hubiese otra?
¿Por qué ver y oír sería engañarnos
si ver y oír son ver y oír?

Lo esencial es saber ver,
saber ver sin estar pensando,
saber ver cuando se ve,
y no pensar cuando se ve
ni ver cuando se piensa.

Mas eso (¡tristes de nosotros que llevamos el alma vestida!),
eso exige un estudio profundo,
un aprendizaje de desaprender
y un secuestro en la libertad de aquel convento
de que los poetas dicen que las estrellas son monjas eternas,
y las flores las penitentes convictas de un solo día.
Mas donde al final las estrellas no son sino estrellas
ni las flores sino flores,
siendo por ello que estrellas y flores las llamamos.



...

Leí hoy casi dos páginas

del libro de un poeta místico,

y me reí como quien ha llorado mucho.

Los poetas místicos son filósofos enfermos,

y los filósofos son hombres locos.

Porque los poetas místicos dicen que las flores sienten

y dicen que las piedras tienen alma

y que los ríos tienen éxtasis al claro de luna.

Pero las flores, si sintiesen, no eran flores,

eran gente;

y si las piedras tuviesen alma, eran cosas vivas, no eran piedras;

y si los ríos tuviesen éxtasis al claro de luna,

los ríos serían hombres enfermos.

Es necesario no saber lo que son las flores y las piedras y los ríos

para hablar de sus sentimientos.

Hablar del alma de las piedras, de las flores, de los ríos,

es hablar de sí mismo y de sus falsos pensamientos.

Gracias a Dios que las piedras son sólo piedras,

y que los ríos no son sino ríos,

y que las flores son sólo flores.

Por mí, escribo la prosa de mis versos

y quedo contento,

porque sé que comprendo la Naturaleza por fuera;

y no la comprendo por dentro

porque la Naturaleza no tiene dentro;

sino no sería la Naturaleza.




...

El misterio de las cosas,

¿en dónde está?

¿Dónde está que no aparece

por lo menos mostrándonos qué es misterio?

¿Qué sabe el río y qué sabe el árbol

y yo, que no soy más que ellos, qué sé de eso?

Siempre que miro las cosas y pienso en lo que los hombres piensan

de ellas,

me río como un arroyo que suena fresco en una piedra.

Porque el único sentido oculto de las cosas

es que no tienen sentido oculto ninguno,

es más extraño que todas las extrañezas

y que los sueños de todos los poetas

y los pensamientos de todos los filósofos,

que las cosas sean realmente lo que parecen ser

y no haya nada que comprender.

Sí, ve ahí lo que mis sentidos aprendieron solos:

Las cosas no tienen significación: tienen existencia.

Las cosas son el único sentido oculto de las cosas.

XXIV, XXVIII, XXXIX

Caeiro/Pessoa


“Alberto Caeiro nació en 1889 y murió en 1915, nació en Lisboa, pero vivió casi toda su vida en el campo. No tuvo profesión ni educación casi ninguna... era de estatura media, y, aunque realmente frágil (murió tuberculoso) no parecía tan frágil como era rubio sin color, ojos azules... como dije, no tuvo más educación que casi ningu­na, sólo 1a instrucción primaria. Le murieron temprano el padre y la madre, se de­jó quedar en casa viviendo de unas pequeñas rentas, vivía con una tía vieja, tía abuela”.