martes, 31 de mayo de 2011

Los amorosos... Poesía en el parque


Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre —¡qué bueno!— han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.

Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
la hermosa vida.

Jaime Sabines

domingo, 22 de mayo de 2011

Entonces lo conocí


Este es el monumento que contemple cuando estaba en una placita de Chiapas, nunca antes supe de este hombre, apenas ayer vi su fotografía y pude entender sus rasgos fisicos, pero ese día no importaba nada, porque, ahí sentado, observándolo, este desconocido me dijo algo que hasta hoy traigo y espero siempre traer en mente... Esto decía aquella placa:

Dr. Manuel Velasco Suarez, hijo predilecto de esta ciudad, Chiapaneco universal, científico, pacifista, humanista.

La soledad tiene ese pedazo de magia que te permite sentir más los colores del mundo (lo dice alguien que no se sabe muchos colores, no fue a esa clase en el kinder) te deja saludar al extraño y sacarle platica a una muchachita hermosa, de esas que pasan por las banquetas... la soledad también me hizo escuchar con soberana libertad el siguiente susurro de Manuel a mi oído:


"El hombre vale por lo que sirve, no por lo que sabe, y mucho menos por lo que tiene"

Entonces lo conocí

viernes, 20 de mayo de 2011

¿Cómo no sentirte cómo se siente un mantra?


Ayer me tomaba un café en la mesita que nos gusta tanto, escuchaba tus ecos, me decían que le pusiera un poco menos de azúcar, que es malo para mí el exceso, al parecer pongo ese tanto a propósito, es en verdad bello, te escucho tan nítida, que mas da la salud...




Amor que ganas de levantarse y romper el vidrio, que ganas de aprender a bailarte, de entrar en ti como se entra al ruedo, de no salir de ti cual niño terco... Y pienso mientras tanto...

¿Cómo no deshojar la eterna margarita?


Ernesto Aguilar.

Memorias de un mujeriego.


Mi esposa y yo hicimos el amor esta tarde. Nos escondimos juntos de la luz de nuestro deseo, frente contra frente. Más tarde me preguntó: ¿Tuve para ti un sabor dulce? Querida compañera así fue.
Esta noche me quedé mirando con placer cómo se desnudaba y se ponía su pijama de franela. La estreché con fuerza hasta que se quedó dormida. Después cerré la luz y abandoné la habitación cuidadosamente y bajé aquí contigo.



Ella se erguía frente a mí inmensa como el guardián de una bahía. ¿Cómo había podido yo llegar a pensar en domeñarla?. Con una mano de cromo y un inmenso cigarrillo Gauloise me sugirió que me diera por vencido y la adorase, cosa que hice por espacio de diez años. Así comenzó el obsceno silencio de mi carrera como mujeriego.

Mi esposa y yo
Me arrodillé junto a un arroyo
Leonard Cohen

martes, 17 de mayo de 2011

Nirvana/moksha


Los maestros indios elaboraron dos sistemas principales para entrenar y desarrollar una mente altruista: el método de causa y efecto y en siete puntos y el intercambio y equiparación de uno con los demás. Actualmente, cuando emprendemos la práctica de cultivar la bodichitta, combinamos los dos sistemas.

-El primero de los siete puntos es cultivar la ecuanimidad, esto es, un estado mental que intenta equiparar el apego fuerte a los amigos, el odio fuerte a los enemigos y la actitud indiferente hacia las personas neutras.

- El segundo paso es recordar nuestros propios renacimientos sin principio para asi reconocer que todos los seres sensibles han sido nuestras madres, amigos y familiares en algún momento.

-Tercero, habiéndolos reconocido como tales, recordamos y reflexionamos sobre la bondad con que nos trataron. Esta actitud de recordar la bondad no discrimina entre amigos y enemigos: también los enemigos son vistos como seres bondadosos.

-El siguiente paso es corresponder a su bondad reflexionando sobre la bondad con que nos trata nuestra madre en esta vida y la bondad con que otros padres tratan a sus hijos.

-Seguidamente viene la fase de la bondad afectuosa. Es un estado mental que valora a todos los seres sensibles. Una vez que desarrollamos esta bondad afectuosa por todos los seres sensibles, deseamos que todos los seres sensibles se liberen del sufrimiento. Eso es compasión.

-A esto sigue una actitud inusual en la que asumimos la responsabilidad de liberar a todos los seres del sufrimiento.

-El último paso es la bodhichitta propiamente dicha, la actitud altruista de alcanzar la iluminación. La bodhicitta se experimenta, por un lado, a través de nuestra profunda compasión por todos los seres sensibles, de nuestra sensación de poder ver su sufrimiento, y por otro, comprendiendo que es posible que la mente de un ser sensible se libere de las ilusiones. Todos los seres sensibles tienen el potencial de alcanzar un estado omnisciente. Comprender esto, unido a una fuerte compasión, produce la experiencia bodhichitta.

Todas las cosas sensibles son iguales en su deseo de ser felices y dejar de sufrir. Saber esto es equipararse a los demás.

Dalai Lama