jueves, 30 de septiembre de 2010

Juguete Rabioso


Veterano del insomnio,
soy un viejo prematuro.
Se me cansan las palabras
no es una forma de hablar.

Tengo una viola italiana,
cuando hay hambre no hay pan duro.
El Mario me la endereza
pero se vuelve a doblar.

Para garpar el casorio
y el anillo vendí el coche.
Inocente adolescente
rematé mi libertad.

Soy un yonqui de la tele
sin volumen a la noche,
como pa no molestarla,
aunque ella ya no está.

Loca, no me exilies de tu boca
por la culpa que te toca
mencioname una vez más.
Típico de mí que vivo en pena
se me da una mano buena
y la tengo que arruinar.

Vos te esmeraste conmigo
a mi vieja le dijiste que me ibas a domar.
Mi revolución era apariencia
me perdiste la paciencia cuando estaba por flaquear.

Fui tu juguete rabioso,
fui tu mito encadenado.
Me tomaste de amuleto,
un flaco para tu cruz.

Me amigué con tu retrato,
cuántas veces lo he besado.
Y lo abrazo preocupado
cuando se corta la luz.

En mi guitarra atorranta
hay un tango agazapado,
percanta que me amuraste
no te puedo ni cantar.

No me sale más lirismo,
tengo un verso atragantado
donde te mando a la mierda
después vuelvo a suplicar...

La Chicana

lunes, 13 de septiembre de 2010

Lo peor del amor


Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas muertas en la almohada.

Lo malo del después son los despojos
que embalsaman al humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole ni dueño.

Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar los pecados veniales,
condenar a la hoquera los archivos.

Lo atroz del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos.

Joaquin Sabina


De rocío en la noche... ( a dos voces)


Sincero mi vientre

esta noche

que los botones

de tu camisa

son océanos donde

me pierdo

La llamada de tu voz

no cae sobre mi pelo

como en la cueva

que es mi cuerpo

se inundan las ansías


Me sigo bañando con la mirada que nunca me diste

sigo secándome con los cabellos que no me crecieron

y sigo enterrando el cuerpo que nunca murió


Ayer llegué a la casa que estaba sola de tí

y me encontré sentado esperando

tenía las mejillas hundidas, y las caderas quietas

ayer me ví acompañándome a mí mismo,

dándome palmaditas en la espalda

peinandome el hastío...


Si tan solo supieras

las eternas jornadas

que despiertan en mi

como un firmamente de soledad

tus palabras perdidas

en el paraje

de la indiferencia

y la casa llena de tu ausencia

se desborda en la calle

aquel sendero

que no te trae,

y me seco en los cabellos

el sudor

de entre las piernas



Ana Jaimes

Ernesto Aguilar