jueves, 20 de febrero de 2014

El Camino del Guerrero


La confianza de un guerrero no es la confianza del hombre común. El hombre común busca la certeza en los ojos del espectador y llama a eso confianza en sí mismo; el guerrero busca la impecabilidad ante sus propios ojos y llama a eso humildad. El hombre común está enganchado a su prójimo, mientras que el guerrero solo depende de sí mismo.
La naturaleza de nuestros actos carece de importancia siempre y cuando actuemos como guerreros. Si en verdad sientes que tu espíritu está deformado, simplemente debes componerlo, porque en toda nuestra vida no existe tarea más digna de emprenderse.

La compasión hacia uno mismo no encaja con la vida del guerrero. Lo más difícil en este mundo es adoptar el ánimo de un guerrero. De nada sirve quejarse y sentir que alguien nos está siempre haciendo algo. Nadie le hace nada a nadie y menos a un guerrero. La pena no encaja con el poder. El ánimo de un guerrero implica que se controla y al mismo tiempo se abandona. Si estás en el ánimo correcto, puedes espolearte más allá de tus límites.

LA ACTITUD CORRECTA Y LOS ENEMIGOS


Un hombre va al saber como a la guerra: bien despierto, con respeto y con absoluta confianza. No hay errores por los que deba rendir cuentas. Si fracasa o sufre una derrota, solo habrá perdido una batalla, y eso no le provocará declaraciones lastimosas.

Un hombre de conocimiento es alguien que ha seguido de verdad las penurias del aprendizaje. Un hombre que, sin apuros ni vacilaciones, ha ido desenredando los secretos del poder.

Cuando uno empieza a aprender, nunca se sabe lo que va a encontrar. Su intención es vaga; su propósito deficiente. Espera recompensas que no llegarán, porque el conocimiento nunca es lo que uno se imaginaba. Cada paso del aprendizaje resulta un atolladero y el miedo que el hombre experimenta empieza a crecer sin misericordia. Su propósito se convierte en un campo de batalla.

IMPECABILIDAD

La única libertad de que disponen los guerreros consiste en su propia conducta impecable. La impecabilidad no solo representa la libertad, sino que es el único modo de ahuyentar la forma humana.

No importa lo que nadie diga o haga. Tú debes ser impecable. La lucha se desarrolla en nuestro pecho. Hay que dedicar todo el tiempo y toda la energía para poder superar la propia estupidez.

Un guerrero no siente compasión por nadie. Sentir compasión implica desear que la otra persona sea como uno. Lo más difícil para un guerrero es dejar ser a los otros; su impecabilidad consiste en apoyarlos en lo que realmente son.

ENTRE LA MUERTE Y EL DESAPEGO

Cuando un hombre se embarca en los caminos del conocimiento, poco a poco se va dando cuenta de que la vida ordinaria ha quedado atrás para siempre y de que los medios del mundo ordinario ya no le sirven de sostén. Si desea sobrevivir, debe adoptar otra forma de vida.

Solo como un guerrero se puede sobrevivir en el camino del conocimiento. Porque el arte del guerrero consiste en equilibrar el terror de ser hombre con el prodigio de ser hombre. La vida para un guerrero es un ejercicio de estrategia, nunca está disponible, nunca está parado en el camino esperando las pedradas. Debes entender que un guerrero es un cazador inmaculado que anda a la caza de poder. Si consigue suficiente se convertirá en persona de conocimiento. No está borracho, ni loco, y no tiene tiempo para fanfarronear, ni para mentirse a sí mismo, ni para equivocarse en la jugada. La apuesta es demasiado alta. Lo que pone en la mesa es la vida dura y ordenada que tanto tiempo le llevó perfeccionar.

Cuando el conocimiento se convierte en algo que da miedo, el hombre también se da cuenta de que la muerte es la compañera inseparable. Cada trocito de conocimiento se vuelve poder si tiene a la muerte como fuerza central. La muerte da el último toque, y lo que ella toca se vuelve en verdad poder. Sin la conciencia de la muerte, el guerrero no sería más que un hombre común envuelto en actos comunes. La muerte es su única y sabia consejera.

Pero preocuparse por la muerte es debilitante. Por ello la siguiente cualidad que necesita un guerrero es el desapego. La idea de la muerte inminente en vez de convertirse en obsesión, se convierte en indiferencia.


ESPERANDO LA VOLUNTAD


Cuando un guerrero ha adquirido paciencia, está en camino hacia la voluntad. Sabe como esperar. Su muerte se sienta junto a él en su petate; son amigos. Su muerte le aconseja, en formas misteriosas, cómo escoger, cómo vivir estratégicamente. ¡Y el guerrero espera! Yo diría que el guerrero aprende sin apuro porque está esperando su voluntad. Y un día logra hacer algo que por lo común es imposible de ejecutar, y se da cuenta de que una especie de poder está surgiendo de su cuerpo conforme progresa en el camino del conocimiento.

A veces el dolor y el malestar son tan grandes que el guerrero tiene convulsiones durante meses. Un magnifico poder es siempre anunciado por grandes dolores.

Cuando las convulsiones cesan, el guerrero advierte que puede tocar cualquier cosa con una sensación que sale de su cuerpo, alrededor de su ombligo. Esa sensación es la voluntad, y cuando el guerrero es capaz de agarrar con ella puede decirse con justicia que es un brujo y que ha adquirido voluntad.


VER Y MIRAR


Primero debemos saber que nuestros actos son inútiles y luego insistir como si no lo supiésemos. Eso es el desatino controlado de un brujo. Lo practica en cada uno de sus actos con el mundo. Todo cuanto hace en relación con él y con sus semejantes es desatino controlado, porque nada importa en realidad.

El guerrero sigue viviendo porque ha templado su voluntad a lo largo de toda su vida hasta hacerla impecable y completa. Su voluntad controla el desatino de su vida. Tus acciones, así como las acciones de tus semejantes te parecen importantes porque has aprendido a pensar que lo son. Aprendemos a pensar en todo y luego entrenamos los ojos para mirar. Pero luego, cuando uno aprende a ver, se da cuenta de que todas las cosas son iguales y, al ser iguales, carecen de importancia.

Los ojos del hombre pueden ver y mirar, pero ninguna de esas funciones es mejor que la otra. Sin embargo, educar los ojos nada más para mirar es un desperdicio innecesario. Por ejemplo, para reir necesitamos mirar con los ojos, porque solo cuando miramos las cosas podemos captar lo gracioso del mundo; en cambio, cuando nuestros ojos ven, todo es tan igual que nada tiene gracia.

BORRANDO LA HISTORIA PERSONAL


Te ocupas demasiado de ti mismo, lo que te produce una tremenda fatiga. Te concedes demasiada importancia y eso te da un pretexto para molestarte con todo. Siempre te sientes obligado a explicar tus actos, como si fueras el único hombre que se equivoca en la tierra. Mientras te sientas lo más importante del mundo, no podrás apreciar en verdad el mundo que te rodea. Sentirse importante lo vuelve a uno pesado, rudo y vanidoso; para ser un hombre de conocimiento se necesita ser liviano y fluido.

Solo tenemos una alternativa: o lo tomamos todo por cierto, o no. Si hacemos lo primero terminamos muertos de aburrimiento con nosotros mismos y con el mundo. Si hacemos lo segundo y borramos nuestra historia personal, creamos una niebla a nuestro alrededor, y un estado muy emocionante y misterioso. Cuando nada es cierto nos mantenemos alertas, de puntillas todo el tiempo. Debes borrar la historia personal armoniosamente, poco a poco. La historia personal nace cuando hay alguien más que sabes de donde eres, qué eres, qué haces. Si no tienes historia personal, no necesitas dar explicaciones porque nadie se enoja o se desilusiona con tus actos; sobre todo, nadie te atrapa con sus pensamientos.

Un guerrero usa su mundo lo menos posible y con ternura. Tiene trato íntimo con su mundo, y sin embargo es inaccesible porque no lo exprime ni lo deforma. Lo toca levemente, se queda cuanto necesita y luego se aleja raudo, sin dejar señal alguna.


PARAR EL MUNDO


Para un guerrero, la realidad o el mundo que todos conocemos es solamente una descripción que nos inculcan desde el momento en que nacemos.

A un brujo le urge más actuar que hablar, y para ello obtiene una nueva descripción del mundo: la descripción de los brujos. El mundo es como es solo porque hablamos con nosotros mismos acerca de que así debe ser. El pasaje al mundo de los brujos se franquea después de que el guerrero aprende a suspender el dialogo interno. Cada vez que el dialogo interno cesa, el mundo se desploma y salen a la superficie facetas extraordinarias de nosotros mismos, como las si palabras las hubieran tenido sepultadas. Parar el mundo es derrumbar la descripción del mundo que llamamos realidad. Esta es la clave de la brujería y el primer paso para ver.

El único modo de contrarrestar el devastador efecto del mundo de los brujos es reírse de él.

EL MAESTRO Y EL GUERRERO


El poder personal decide quien puede y quien no puede sacar provecho de una revelación.

La experiencia que tengo con mis semejantes me ha mostrado que pocos están dispuestos a escuchar; de los pocos que escuchan, menos están dispuestos a actuar de acuerdo con lo que están escuchando; y de aquellos que están dispuestos a actuar, menos aún tienen suficiente poder personal para sacar provecho de sus actos.

El maestro debe hablar con fervor y advertir a su discípulo que la inocencia y la placidez son un espejismo; que hay un abismo frente a él, y que una vez que la puerta se abre no hay manera de volverla a cerrar. Los años de duro entrenamiento son solo una preparación para el devastador encuentro del guerrero con lo que queda más allá.

Un maestro nunca busca aprendices y nadie puede solicitar las enseñanzas. Lo que señala al aprendiz es siempre un augurio. Cuando el aprendiz aparece, el maestro lo agarra con su voluntad y comienza la instrucción. El primer acto del maestro es introducir la idea de que el mundo que creemos ver es solo una visión, una descripción. Cada esfuerzo del maestro se dirige a demostrar a su aprendiz este punto, pero aceptarlo parece ser una de las cosas más difíciles de conseguir.



C. Castaneda


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