viernes, 21 de febrero de 2014

Conojo

Tengo un conejo en el ojo.
No es casualidad, en el nombre llevo la misión.
Todo empezó cuando el Sol, envidioso de la Luna, quiso quemar al conejo y ella, temerosa de perder su tesoro ancestral, se vio en la dolorosa necesidad de ocultarlo entre los mortales.
Una noche, aprovechando que el Sol estaba en París, la Luna bajóy buscó desesperadamente un lugar donde mantener a salvo a su conejo. Pero todos dormían, todos excepto yo, que llevaba más de tres horas con el ojo pelón.
-¡Qué suerte encontrarte despierta! ¡Mi conejo no podría quedarse en mejor ojo!
Y ¡zaz! sentí como si me fuera a explotar la cabeza.
Cuando me recuperé de tan doloroso transplante,vi a la Luna sentada ami lado… pobrecilla, se veía tan cansada¡Pero con justa razón! no es nada fácil lograr meter un conejo en el ojo de alguien ¡inténtaloy verás!
Total que cuando la Luna recuperó el aliento, me dijo muy seria: “Ya irás conociendo y tomándole cariño al conejito, lo único que te pido es que nunca le digas a nadie que lo tienes porque el Sol podría enterarse”.
Como no cualquier día se aparece la Luna a dejar encarguitos, yo no lo podía creer. Corrí al espejo a ver que de verdad que me hubiera dejado al conejo (no fuera a ser mentira y luego la Luna me quisiera hacer de chivo los tamales). Apenas empezaba a ver mi reflejo cuando, aterrorizada,me gritó: “¡Ni se te ocurra! ¿Nunca te has dado cuenta que cada vez que te miras al espejo la imagen se queda con algo tuyo? Si te miras, un día descubre al conejo en tu ojo y se queda con él”.
Entonces, como para decirme que ahí estaba, el conejo empezó a saltar y ya no hubo manera de dudar.
A veces, así, de la nada, me entran unas ganas increíbles de llorar y entonces sé que el conejito extraña ver de cerca las estrellas, extraña ver a la Tierra desde arriba, extraña… Otras veces, me da lo que algunas personas llaman un “tic nervioso” y mi ojo empieza a saltar, pero no, no son mis nervios, son los del conejo. A veces, también, tengo un brillo maravilloso y entonces sé que el conejito está feliz.
Yo no he podido verlo, por aquello de los espejos, pero lo siento y creo en él.
Una noche te confesé lo del conejo. Por el color de tus ojos supuse que entenderías,pero como no lograste verlo, no me creíste. Sin embargo la Luna, que está siempre pendiente, lo escuchó todo y se enojó tanto que cambió al conejo de lugar.

La Luna no me deja dormir, el Sol está quemando más de lo normal, mi ojo derecho está rojo porque el conejito aún no se acostumbra a su nuevo hogar… y yo, sin dudas, volvería a contarte la historia para que me volvieras a besar.

Izchel Salinas

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