domingo, 24 de julio de 2011

Artista de la vida



Cuando el espadachín se enfrenta a su oponente, no debe pensar en el oponente, ni en sí mismo, ni en los movimientos de la espada de su enemigo. Simplemente debe estar ahí, con su espada, la cual, olvidando toda técnica, está lista a seguir sólo los dictados del inconsciente.

¿Qué significa, pues, ser un artista de la vida? Los artistas de cualquier tipo, hasta donde sabemos, tienen que usar uno u otro instrumento para expresarse, para mostrar su capacidad creadora en una u otra forma. El escultor tiene que tener piedra, madera o yeso y un cincel o algún otro instrumento para imprimir sus ideas sobre el material. Pero un artista de la vida no necesita salirse de sí mismo. Todo el material, todos los implementos, toda la capacidad técnica que se requieren ordinariamente están dentro de él desde que nace, quizá aún antes de que sus padres le dieran la vida. Esto es extraño, extraordinario, exclamarán quizá ustedes. Pero si piensan por un tiempo en ello comprenderán, sin duda, lo que quiero decir. Si no, seré más explicito y les diré: el cuerpo, el cuerpo físico que todos tenemos, es el material, que corresponde a la tela del pintor, la madera, la piedra o el yeso del escultor, el violín o la flauta del músico, las cuerdas vocales del cantante. Y todo lo que se relaciona con el cuerpo, como las manos, los pies, el tronco del cuerpo, la cabeza, las vísceras, los nervios, las células, los pensamientos, los sentimientos, los sentidos -de hecho, todo lo que constituye la personalidad- es a la vez el material y los instrumentos con que la persona moldea su genio creador en la conducta, la actitud y todas las formas de acción, en la vida misma en una palabra. Para una persona así, su vida refleja cada una de las imágenes que crea a partir de su fuente inextinguible del inconsciente. Para esa persona, cada uno de sus actos expresa originalidad, capacidad creadora, su personalidad viva. No hay en ello convencionalismo, conformidad, ni motivación inhibitoria. Se mueve como le place. Su conducta es como el viento que sopla donde quiere. No tiene un yo encasillado en su existencia fragmentaria, limitada, restringida, egocéntrica. Ha salido de su prisión. Uno de los grandes maestros Zen de la época T’ang, dice:

“Con un hombre que es dueño de sí mismo dondequiera que se encuentre, se comporta con fidelidad a sí mismo”

.” A este hombre es a quien yo llamo el verdadero artista de la vida. Su Yo ha tocado el inconsciente, la fuente de posibilidades infinitas. La suya es la “no-conciencia”. Dice San Agustín:

“Ama a Dios y haz lo que quieras.”

Esto corresponde al poema de Bunan, el maestro Zen del siglo XVII:

“Mientras vivas sé un hombre muerto, absolutamente muerto; y actúa como quieras, y todo está bien.”

Amar a Dios es no tener yo, no tener conciencia, convertirse en “un hombre muerto”, liberarse de las motivaciones restrictivas de la conciencia. El “Buenos días” de este hombre carece de cualquier elemento humano de ningún tipo de interés creado. Se le habla y responde. Tiene hambre y come. Al parecer, es un hombre natural, que surge directamente de la naturaleza sin las ideologías complicadas del hombre moderno civilizado. ¡Pero cuán rica es su vida interior! Porque está en comunión directa con el gran inconsciente. No sé si es correcto llamar a este tipo de inconsciente el Inconsciente Cósmico. La razón por la que me gusta llamarlo así es porque lo que generalmente llamamos el campo relativo de la conciencia, se desvanece en lo desconocido y este desconocido, una vez reconocido, entra en la conciencia ordinaria y pone en orden todas las complejidades que nos han venido atormentando en mayor o menor grado. Lo desconocido se relaciona así con nuestra conciencia y, en esa medida, desconocido y conciencia deben ser de la misma naturaleza y compartir una comunicación mutua. Podemos afirmar así que nuestra limitada conciencia, en tanto que conocemos su limitación, nos conduce a todo tipo de preocupaciones, miedo, inestabilidad. Pero tan pronto corno se descubre que nuestra conciencia surge de algo que, aunque no conocido de la manera que lo son las cosas relativas, está íntimamente relacionado con nosotros, se alivia todo tipo de tensión y quedamos en paz con nosotros mismos y con el inundo en general. ¿No podemos llamar a este desconocido el Inconsciente Cósmico o la fuente de infinita capacidad creadora por la que no sólo los artistas de todo tipo nutren sus inspiraciones, sino aun nosotros, los seres ordinarios, podemos, cada uno de acuerdo con sus dotes naturales, convertir la vida en algo de auténtico arte?

D.T. Suzuki/ Erich Fromm

Budismo Zen y Psicoanálisis

No hay comentarios:

Publicar un comentario