miércoles, 1 de junio de 2011

Si por naturaleza no tiene usted una mente crítica, su presencia aquí es inútil.


Acabo de usar una nueva palabra: "ser". Para estar seguro que por ella todos entendemos la misma cosa, tendré que decir algunas palabras como explicación.Acabamos de preguntamos si lo que un hombre piensa de sí mismo corresponde a lo que es en realidad, y ustedes se preguntaron a sí mismos qué son. He aquí un médico, allá un ingeniero y allí un artista. ¿Son realmente lo que pensamos que son? ¿Podemos considerar la personalidad de cada uno de ellos como idéntica a su profesión, a la experiencia que esa profesión, o su preparación para ella, le ha dado?Cada hombre llega al mundo como una hoja de papel en blanco; luego la gente y las circunstancias a su alrededor empiezan a rivalizar entre sí para ensuciar esta hoja y cubrirla con escritos. Entran aquí la educación, la formación de la moralidad, la información que llamamos conocimiento: todos los sentimientos de deber, honor, conciencia, etc. Y todos pretenden que los métodos adoptados para injertar al tronco estos retoños conocidos como la"personalidad del hombre" son inmutables e infalibles. Gradualmente se ensucia la hoja y mientras más se ensucia con el así llamado "conocimiento", más listo se considera al hombre.Cuanto más hay escrito en el espacio llamado "deber", más honesto se dice que es el poseedor; y así es con todo. Y la misma hoja sucia, al ver que la gente considera su suciedadcomo un mérito, cree que es valiosa. Este es un ejemplo de lo que llamamos "hombre", al cual aun agregamos frecuentemente términos tales como talento y genio. Sin embargo, el humor de nuestro "genio", cuando se despierta en la mañana, se arruina para todo el día si no encuentra sus pantuflas junto a la cama.
El hombre no es libre ni en sus manifestaciones ni en su vida. No puede ser lo que desea ser ni lo que cree que es. No se asemeja al retrato de sí mismo y las palabras "hombre, el ápice de la creación' no son aplicables a él.
"Hombre", éste es un término para enorgullecerse, pero tenemos que preguntarnos ¿qué clase de hombre? No el hombre, por cierto, que se irrita por trivialidades, que presta atención a pequeñeces y se enreda en todo lo que lo rodea. Para tener derecho a llamarse hombre, se debe ser un hombre; y este "ser" se obtiene sólo a través del conocimiento de sí y del trabajo sobre uno mismo en las direcciones que llegan a ser claras a través del conocimiento de sí.
¿Han tratado ustedes alguna vez de observarse mentalmente cuando su atención no está concentrada en algún problema determinado? Supongo que la mayoría de ustedes están familiarizados con esto, aunque tal vez sólo unos pocos lo han vigilado sistemáticamente en sí mismos. Sin duda, ustedes se han dado cuenta de nuestro modo de pensar por asociaciones casuales, cuando nuestro pensamiento ensarta escenas y memorias desconectadas, cuando cada cosa que cae dentro del campo de nuestra conciencia o apenas la toca ligeramente, hace surgir en nuestro pensamiento estas asociaciones casuales. La cadena de pensamientos parece continuar sin interrupción, entretejiendo fragmentos de representaciones de percepciones anteriores, tomadas de diferentes grabaciones en nuestra memoria. Y estas grabaciones giran y se desenvuelven mientras nuestro aparato pensante teje hábil y continuamente los hilos del pensamiento de este material. Las grabaciones de nuestros sentimientos giran del mismo modo; agradable y desagradable, alegría y tristeza, risa e irritación, placer y dolor, simpatía y antipatía. Al ser alabado usted está contento; alguien lo regaña y su humor se echa a perder. Algo nuevo capta su interés e instantáneamente le hace olvidar lo que tanto le interesaba el momento anterior. Gradualmente su interés lo amarra a esta nueva cosa, hasta que se hunde de pies a cabeza; de repente ya no la posee, usted ha desaparecido, está amarrado y disuelto en esta cosa; de hecho ella lo posee, lo ha cautivado; y esta infatuación, esta capacidad para ser cautivado, bajo muchos diferentes modos, es una característica de cada uno de nosotros. Esto nos amarra y nos impide ser libres. Por lo mismo nos quita nuestra fuerza y nuestro tiempo, dejándonos sin posibilidad de ser objetivos y libres: dos cualidades esenciales para quien decide seguir el camino del conocimiento de sí.
Debemos esforzarnos por la libertad si nos esforzamos por el conocimiento de sí. La tarea de un más amplio conocimiento y desarrollo de sí es de tal importancia y seriedad, demanda tal intensidad de esfuerzo, que es imposible intentarla descuidadamente y en medio de otras cosas. La persona que emprende esta tarea debe darle preeminencia en su vida, la que no es tan larga para permitirle el malgastarla en trivialidades.
¿Qué podría darle al hombre la posibilidad de emplear el tiempo ventajosamente en su
búsqueda, sino la libertad de toda clase de apego?


G.I. Gurdjief
Perspectivas desde el mundo real

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