viernes, 8 de agosto de 2014

Enojo y Paciencia

El enojo siempre es una emoción perturbada

Por fin platicaremos sobre el enojo. ¿Qué es lo que sucede con el enojo? El enojo siempre es perturbado; nadie es más feliz al enojarse: el enojo no nos hace sentir mejor, ni hace que nuestra comida tenga mejor sabor. Cuando estamos enojados y alterados, no nos sentimos cómodos ni podemos dormir. No es necesario hacer una gran escena, gritar y vociferar, si estamos muy enojados por dentro acerca de lo que ocurre en nuestra oficina o en la familia, podemos tener mala digestión o llegar a provocarnos una úlcera. Experimentamos muchas dificultades que surgen por estar reprimiendo el enojo, y si en concreto expresamos el enojo a través de miradas y vibras hostiles, ni perros ni gatos querrán hacernos compañía, se alejarán lentamente porque se sentirán incómodos por nuestra presencia, por nuestro enojo.
El enojo es algo que no ofrece ningún beneficio. Si nuestro enojo es tan fuerte o frustrado que necesitamos expresarlo de alguna forma y explotamos o maldecimos a alguien o lanzamos algún embrujo contra ellos, ¿en realidad esto nos hace sentir mejor? ¿Nos hace sentir mejor ver a alguien herido y angustiado? O nos enojamos tanto que sentimos la necesidad de golpear la pared ¿Nos hace sentir mejor golpear la pared? Obviamente no, nos duele. En verdad, el enojo no nos ayuda de forma alguna. Si nos vemos atrapados en el tránsito, y empezamos a fastidiarnos tanto que empezamos a tocar el claxon, a gritar y maldecir a todos ¿qué logramos con eso? ¿Nos hace sentir mejor? ¿Hace que los coches avancen más rápido? No, sólo nos hace quedar mal frente a todos porque dirán: “¿Quién es el idiota que está tocando el claxon? Está clarísimo que esto no va mejorar la situación.

¿Tenemos que experimentar enojo?

Si las emociones perturbadas como el enojo o los tipos de conductas impulsivas basados en ellas (como gritar y vociferar o con hostilidad cerrarnos a alguien o rechazarlo) son las causas de nuestros problemas, ¿siempre tendremos problemas con ellos? ¿Es esto algo qué siempre tengamos que experimentar? No, no es así, porque las emociones perturbadas no son parte de la naturaleza de la mente. Si lo fueran nuestra mente siempre tendría que estar perturbada. Aún los casos más severos cuentan con momentos no perturbados por el enojo; por ejemplo, cuando finalmente nos dormimos no estamos experimentando enojo.
Por lo tanto, es posible que existan ciertos momentos durante los cuales las emociones perturbadas como el enojo, la hostilidad y el resentimiento no estén presentes. Esto prueba que las emociones destructivas no son permanentes, no son parte de la naturaleza de nuestra mente y son cosas que pueden ser removidas. Si detenemos las causas de nuestro enojo (no sólo superficialmente, sino en un nivel más profundo) es definitivamente posible superar el resentimiento y tener paz mental.
Esto no significa que tenemos que eliminar todas nuestras emociones y sentimientos y ser como Dr. Spock de Star Trek, ser como un robot o una computadora sin emociones. En cambio, queremos deshacernos de las emociones y actitudes perturbadas, que están basadas en confusión, y en no darnos cuenta de quiénes somos en realidad. Las enseñanzas budistas cuentan con incontables métodos para lograrlo.

Sobreponerse al enojo: cambiar la calidad de nuestra vida

Primero, necesitamos tener cierta motivación o sustento que nos motive a trabajar con nosotros mismos para deshacernos de nuestro enojo y de nuestras actitudes y emociones perturbadas. Si no contamos con razón alguna para hacerlo, ¿por qué habríamos de hacerlo? Por lo tanto, es importante tener una motivación.
Podemos empezar por desarrollar tal motivación pensando: “Quiero ser feliz y no tener problemas. Quiero mejorar la calidad de mi vida, mi vida no es muy agradable porque siempre siento resentimiento y hostilidad dentro de mí. Me enojo a menudo, puede ser que no lo exprese, pero ahí está y me hace sentir mal, muy angustiado todo el tiempo y no es una buena calidad de vida. Además, me produce indigestión y me hace sentir enfermo. Ni siquiera puedo disfrutar la comida que me gusta”.
Entonces podemos pensar, “No sólo quiero mejorar la calidad de mi vida ahora, o por este momento, en una visión de corto plazo, sino también a largo plazo. No quiero que las cosas empeoren. Porque si no me deshago ahora de mi hostilidad y resentimiento y lo mantengo dentro de mí, empeorará y puedo provocarme una úlcera. Puede ser que yo explote y haga algo terrible, como poner un maleficio a alguien y en verdad tratar de destruirlo. Esto puede provocar a la otra persona a vengarse y poner un hechizo sobre mí y mi familia, y de pronto, tenemos el guión perfecto para una nueva película o video”.
Si pensamos con antelación que no queremos que esto suceda, trabajaremos en ello e intentaremos deshacernos de nuestro enojo, de tal forma que nuestros problemas no aumenten. Además, podemos aspirar no sólo a minimizar nuestros problemas, sino, mejor aún, a deshacernos de nuestros problemas por completo, porque sentir tan sólo una pequeña cantidad de hostilidad y resentimiento no es divertido: “Tengo que desarrollar una fuerte determinación para liberarme de todos mis problemas”.

Determinación de ser libres

Por lo general lo que nombro “determinación de ser libres” se traduce como "renuncia" que es un término engañoso: suele dar la impresión de que necesitamos abandonar todo e ir a vivir a una cueva. Esto no es a lo que nos referimos, lo que estamos discutiendo es ver a nuestros problemas de forma honesta y valiente, y notar lo ridículo que es seguir viviendo con ellos, decidir: “No quiero continuar así. Ya tuve suficiente, estoy aburrida y harta de ellos. Quiero salir de esto”.
La actitud a desarrollar es la determinación de ser libres, y con ello, la disposición para abandonar nuestros viejos patrones perturbados de pensamiento, palabra y conducta; esto es lo más importante. A menos que nos hayamos decidido con firmeza, no le daremos toda nuestra energía; hasta que no invirtamos toda nuestra energía en ello, nuestro esfuerzo para liberarnos sólo será a medias y nunca llegaremos a lograrlo. Queremos ser felices sin dejar nada, como nuestros hábitos y emociones negativas. Así nunca habrá éxito. Por lo tanto, es muy importante tener la firme determinación de decidirnos a detener nuestros problemas y estar dispuestos a soltarlos junto con sus causas.
En un siguiente nivel superior, necesitamos pensar: “Es necesario deshacerme de mi enojo no sólo para encontrar mi felicidad, sino también por el beneficio de aquellos que me rodean. Por el bienestar de mi familia, de mis amigos, compañeros de trabajo y la sociedad en general, necesito deshacerme del enojo. Tengo que superar esto por consideración a los demás; no quiero causarles problemas ni hacerlos infelices. Expresar mi enojo no sólo me haría quedar mal a mí, sino que también sería penoso para toda mi familia, sería vergonzoso para mis colegas y demás. Así que por consideración a ellos, es necesario aprender a controlar y manejar mi mal temperamento y deshacerme de él”.
Una motivación aún más fuerte se produce al reflexionar en: “He de eliminar mi enojo por que me impide ayudar a los demás. Si alguien necesita mi ayuda, como mis hijos, compañeros de trabajo, o mis padres, y estoy completamente alterado o perturbado por el enojo o la hostilidad, ¿cómo podría ayudarlos?”. Es un serio obstáculo, por lo tanto es muy importante trabajar con nosotros mismos para desarrollar sinceramente estos diversos niveles de motivación.
Si no tenemos una motivación suficientemente fuerte para aplicarlo, no importa qué tan sofisticado sea el método para manejar el enojo, no vamos a lograrlo. Además, si no empleamos los métodos que aprendemos entonces ¿con que objeto lo hacemos? Entonces, el primer paso es pensar en términos de la motivación.

Métodos para superar el enojo

¿Cuáles son los métodos concretos que podemos usar para superar el enojo? El enojo se define como un estado mental agitado que desea generar violencia contra algo, ya sea animado o inanimado. Si nos enfocamos en una persona, animal, situación, o algún objeto, esto no nos gusta y queremos expresar algún grado de violencia o agitación hacia eso, hacerlo cambiar de una forma violenta; esto es enojo. Así que el enojo es un estado de intolerancia y falta de paciencia, combinado con el deseo de dañar lo que sea que no podemos soportar. Su opuesto, por un lado, es la paciencia, la cual es opuesta a la intolerancia y por el otro, el amor, porque el amor es el deseo de que el otro sea feliz, el amor es el opuesto a desearles perjuicio.
Es común enojarnos por situaciones en las cuales algo que no nos gusta sucede o la gente no actúa como queremos. Por ejemplo, no nos muestran respeto, no siguen nuestras órdenes en el trabajo, o nos prometieron hacer algo en un negocio y no lo hicieron. Debido a que no cumplen con nuestras expectativas, nos enojamos con ellos. Otro ejemplo, alguien puede pisarnos y nos enojamos con esta persona porque no es algo que nos guste que ocurra. Sin embargo, hay diferentes maneras de lidiar con tales circunstancias sin enojarnos.

El consejo de Shantideva para cultivar la paciencia

Un gran maestro indio del siglo VIII, Shantideva, nos brindó muchas líneas de pensamiento como ayuda. Me permito parafrasear lo que escribió: “Si estamos en una situación difícil donde podemos hacer algo para cambiarla, ¿por qué preocuparse y enojarse?, sólo hay que cambiarla. Si no hay nada que hacer, ¿por qué preocuparse y enojarse? Si no podemos cambiarla, el enojo no va a ayudarnos”.
Por ejemplo, queremos tomar un vuelo desde aquí, Penang, a Singapur, pero al llegar al aeropuerto nos dicen que se ha sobre vendido el vuelo y que ya está lleno. No tiene caso enojarse. El enojo no va a ayudarnos a abordar el avión; sin embargo, hay algo que podemos hacer para cambiar la situación, podemos tomar el próximo vuelo. ¿Para qué enojarse? Hacemos la reservación para el próximo vuelo, telefoneamos a nuestros amigos en Singapur y avisamos que llegaremos más tarde, eso es todo. Esto es lo que podemos hacer para manejar el problema. Si nuestro televisor no funciona, ¿por qué enojarse, patearlo y maldecirlo? Sólo hay que arreglarlo. Esto es algo muy obvio. Si hay una situación que podemos cambiar, no hay necesidad de enojarse, sólo hay que cambiarla.
Si no hay qué hacer para cambiar una situación, por ejemplo, si estamos atrapados en el tránsito, entonces sólo hay que aceptarlo. No tenemos en el coche una pistola de rayo láser para desaparecer a todos los vehículos frente a nosotros ni podemos volar por encima del tránsito como en una caricatura japonesa. Por lo tanto, tenemos que aceptarlo con garbo y pensar: “Está bien, estoy atrapado en el tránsito, escucharé la radio o enseñanzas budistas en mi reproductor, o música bella”. La mayoría del tiempo, podemos prever cuando estaremos atrapados en el tránsito, y por lo tanto, podemos prepararnos llevando una grabación para escuchar. Si sabemos que tenemos que manejar en el tránsito, podemos sacar el mejor provecho de ese tiempo. Podemos pensar en algunos problemas de la oficina o con nuestra familia u otro tipo de problemas e intentar encontrarles una buena solución.
Si no hay nada que hacer para cambiar una situación difícil, entonces sólo intentemos aprovecharla de la mejor manera posible. Si nos lastimamos el dedo gordo del pie en la oscuridad, bueno, si saltamos y gritamos ¿ayudará eso a sentirnos mejor? En lenguaje coloquial estadounidense le llamamos “el baile del dolor”, te duele tanto que bailas de arriba a abajo, saltas de un lado a otro, pero eso no quita el dolor. No hay mucho que hacer, lo único es seguir con lo que estábamos haciendo. El dolor es impermanente, es algo que pasará; no va a durar para siempre y saltar y gritar no va a hacernos sentir mejor. ¿Qué es lo que queremos? ¿Queremos que todos vengan y nos digan: “pobre de ti, te lastimaste el pie”? Si un bebé o un niño se lastima, su madre lo besa y lo hace sentir mejor. ¿Eso esperamos de los demás, ser tratados de esa manera, como bebés?
Mientras esperamos nuestro turno en un fila o en la parada del autobús, si pensamos en la impermanencia (que no siempre seré el número treinta y dos o el número nueve en la fila, sino que eventualmente será mi turno) eso nos ayudará a tolerar mejor la situación y podremos usar ese tiempo de manera distinta. Hay un dicho en la India: “El esperar conlleva cierto placer en sí”. Esto es verdad, porque si tenemos que esperar nuestro turno en la parada del camión, podemos usar ese tiempo para darnos cuenta de la demás gente en espera, las cosas que están ocurriendo en la oficina o lo que sea. Nos ayuda a desarrollar un sentido de interés y compasión por los demás. Si ya estamos ahí, podemos usar el tiempo constructivamente en vez de emplear media hora maldiciendo.
Otro consejo de Shantideva es: “Si alguien nos golpea con un palo ¿con quién nos enojamos? ¿Nos enojamos con la persona o con el palo?” Si pensamos lógicamente acerca de ello, tendríamos que enojarnos con el palo, ¡porque es el palo quien nos lastimó! Pero, eso es tonto: nadie se enoja con el palo, nos enojamos con la persona. ¿Por qué nos enojamos con la persona? Porque el palo fue manipulado por la persona. Semejantemente, si reflexionamos un poco más, la persona fue manipulada por sus emociones perturbadas. Entonces, si nos vamos a enojar, es razonable enojarse con las emociones perturbadas de la persona que provocaron que nos golpeara con el palo.
Consecuentemente, pensamos: “¿De dónde surgió esta emoción perturbada? No surgió de la nada; debí haber hecho algo para desencadenarlo, algo que hiciera enojar a la otra persona para que me golpeara con el palo. Igualmente pude haberle pedido un favor a alguien y cuando rechazaron hacerlo, haberme enojado. Me sentí herido por el rechazo, pero si lo pienso bien, fue en realidad mi culpa. Como fui demasiado flojo y no lo hice por mí mismo, pedí a otra persona que me hiciera el favor y cuando rechazó hacerlo yo me enojé. Si no hubiera sido flojo, entonces nunca le hubiera pedido el favor a esta persona y no hubiera surgido problema alguno. Si me tengo que enojar, tendría que ser conmigo mismo por ser tan estúpido y flojo como para pedirle a esta persona que me hiciera el favor”.
Aunque parcialmente no sea nuestra culpa, necesitamos buscar si nosotros mismos estamos libres de esta emoción perturbada que es manipular a la otra persona, por ejemplo, el egoísmo: “Él rehusó hacerme un favor. Bueno, ¿acaso siempre hago favores a los demás? ¿Soy alguien que siempre acepta ayudar a los demás y lo hace de inmediato? Si no lo hago, por qué espero entonces que los demás dejen siempre sus actividades a un lado para ayudarme”. Esta es otra forma de lidiar con el enojo.
Mencioné anteriormente que el enojo no siempre se expresa vociferando, gritando o golpeando a otra persona. El enojo es una emoción perturbada que por definición cuando surge, nos hace sentir incómodos. Entonces, aunque la guardemos y no la expresemos, el enojo va a actuar muy destructivamente dentro de nosotros y nos sentiremos muy alterados. Más tarde surgirá de formas muy destructivas. Necesitamos emplear los métodos que acabo de explicar para ser capaces de manejar, también, el enojo que mantenemos sin expresar dentro de nosotros. Es necesario cambiar nuestra actitud; es conveniente desarrollar la paciencia.

Diferentes tipos de paciencia

Tipo de paciencia en la mira

Hay muchos tipos de paciencia. Primero está el tipo de paciencia en la mira. La idea es que si no montas el blanco, nadie le va a disparar. En Estados Unidos, los niños tienen un juego. Prenden con un seguro (imperdible) o pegan con goma un pedazo de papel en la parte de las asentaderas en los pantalones de sus amigos. En el papel escriben “patéame”, a esto se le llama el letrero de “patéame”. Así que quien sea que lea “patéame” en el trasero del pequeño lo pateará. De esta forma, con este tipo de paciencia, pensamos en cómo hemos pegado un letrero de “patéame” a nuestro trasero a través de nuestras acciones destructivas y negativas del pasado, y esto causa ahora toda clase de problemas.
Por ejemplo, supongamos que nos asaltan en la calle. Podemos pensar: “Si no hubiera puesto el blanco al actuar negativamente y destructivamente en el pasado o en vidas pasadas, entonces no habría surgido el impulso en mi mente de caminar por una calle oscura justamente cuando un asaltante estaba al asecho para robarme y golpearme. Por lo general, no voy por ahí, pero esa noche pensé: ‘caminaré por esa calle oscura’. Usualmente, regreso a casa más temprano, pero esa noche surgió en mí el impulso de quedarme con mis amigos un rato más. Además, pasé por esa calle justamente en el momento en que un asaltante estaba esperando a alguien. ¿Por qué surgió ese impulso en mi cabeza? Debe ser que en el pasado hice algo que hirió a esta persona y eso ahora madura en términos de causa y efecto”.
Los impulsos llegan a nuestra mente como una expresión del karma. Entonces podemos pensar: “Estoy agotando mi karma (causa y consecuencia) negativo del pasado. Tendría que estar muy feliz de librarme de esto con consecuencias menores, podría haber sido mucho peor: esta persona sólo me asaltó, pero también pudo haberme disparado. Así que puedo sentir alivio de que esta negatividad haya madurado de manera ligera y estar libre de ella. Después de todo no me fue tan mal y es bueno haberme deshecho de ella, no cargarla a cuestas. Ya no tengo más esta deuda kármica”.
Esta forma de pensar ayuda mucho. Recuerdo una vez que salí de fin de semana a la playa con un amigo; manejamos durante muchas horas, fue un largo camino desde la ciudad. Después de manejar por hora y media, escuchamos un sonido peculiar del coche. Paramos en un taller mecánico en el camino y el mecánico nos dijo que había una fisura en el eje y que no podríamos continuar, que necesitaríamos una grúa para regresar el coche a la ciudad. Mi amigo y yo nos pudimos haber enojado y alterado mucho porque queríamos ir a ese hermoso lugar en la playa para un descanso de fin de semana. Pero con una actitud distinta lo vimos de una manera completamente diferente: “¡Vaya, esto fue fabuloso! Que maravilla que haya ocurrido esto, porque si hubiésemos continuado, el eje se hubiese roto mientras conducíamos. Pudimos haber tenido un horrible accidente y habernos matado, así que fue fabuloso que esto madurara de esta manera. Nos libramos de ésta muy fácilmente”. Así que, con nuestra mente en calma, tomamos la grúa de regreso a la ciudad, y una vez ahí, pedimos prestado otro coche y llevamos a cabo otro plan.

Tipo de paciencia de amor y compasión

También existe el tipo de paciencia llamado “paciencia de amor y compasión”. Con este tipo de paciencia, consideramos a cualquiera que se enoje con nosotros o nos grite como un loco, alguien mentalmente perturbado. Este tipo de paciencia también puede utilizarse con alguien que nos pone en vergüenza o nos critica en frente de otros, que podría hacernos quedar mal y enojarnos. Si, por ejemplo, un perico nos dice groserías en frente de los demás, eso no nos haría quedar mal ¿o sí? No hay razón para enojarse con el ave; sería una reacción estúpida. De manera similar, si un loco empieza a gritarnos, no nos hace quedar mal. Todos sabemos que los niños ocasionalmente hacen rabietas. Así como un psiquiatra tampoco se enoja con un paciente cuando el paciente está enojado, sino que siente compasión con el paciente.
Semejantemente, intentaríamos sentir compasión por quien sea que nos hace sentir alterados, se enoja con nosotros o nos hace quedar en vergüenza. Necesitamos darnos cuenta, que en realidad, ellos son lo que están quedando mal ¿o no? Nosotros no estamos quedando mal, todos pueden ver que esta persona está haciendo el ridículo. Tendríamos que sentir compasión por esta persona más que enojo.
Esto no significa que si alguien está intentando golpearnos, no tratemos de detenerlo. Si nuestro hijo esta gritando, intentamos calmarlo. Queremos detener el daño que se está haciendo a sí mismo, a los demás y a nosotros. La cuestión es hacerlo sin enojo. Si nuestro hijo se está portando mal, lo disciplinamos no por enojo, sino por su propio bien. Queremos ayudar al niño a quedar bien, y no queremos que la gente piense mal de nuestro hijo. Queremos disciplinar al niño por preocupación, no por enojo.

Paciencia tipo maestro-discípulo

También está la disciplina tipo maestro-discípulo. Esto se basa en el hecho de que un discípulo no puede aprender sin un maestro; entonces, si nadie nos pusiera a prueba, no podríamos desarrollar la paciencia. En el siglo X, el gran maestro indio Atisha fue invitado al Tíbet para ayudar a revivir el budismo. Este maestro indio llevó consigo un cocinero indio, quien nunca hacia las cosas correcta ni respetuosamente, era absolutamente odioso y muy desagradable. El pueblo tibetano respetaba mucho a Atisha, y por lo tanto le preguntaron: “Maestro, ¿Por qué trajiste a este odioso cocinero desde la India? ¿Por qué no lo mandas de regreso? Nosotros podemos cocinar para ti, podemos hacerlo muy bien”. Atisha les respondió: “Oh, no es sólo mi cocinero. ¡Lo traje porque es mi maestro de paciencia!”.
De manera similar, si hay alguien odioso en nuestra oficina, que siempre intenta decir algo para molestarnos, podemos verlo como un maestro de paciencia. Hay personas con hábitos muy irritantes, como tamborilear constantemente con los dedos. ¿Si nadie nos pone a prueba, entonces cómo podremos desarrollarnos? Si enfrentamos situaciones difíciles como un gran retraso en el aeropuerto o en la estación de autobuses, podemos usar esta valiosa oportunidad para practicar la paciencia. “Ah, he estado entrenando para hacer esto. He estado entrenando para cultivar la paciencia, ésta es mi oportunidad para ponerme a prueba”. O si nos encontramos con dificultades para obtener algún trámite burocrático, lo tomamos como un reto. “Esto es como entrenar en artes marciales por un rato y finalmente tener la oportunidad de emplear mi habilidades. Estoy fascinado”. De la misma forma, si hemos estado entrenando en paciencia y tolerancia, cuando nos enfrentamos a una situación odiosa como ésta, la vemos con gran alegría: “Ah. Un reto. Vamos a ver si puedo con él y sin perder la cabeza, sin enojarme, sin sentirme mal internamente siquiera”.
No perder la paciencia es un reto mucho mayor que cualquier encuentro de artes marciales, porque enfrentamos al reto con nuestra mente, con nuestros sentimientos, no sólo con nuestro cuerpo o nuestro control físico. Si nos critican, necesitamos tratar de ver la crítica como una oportunidad de evaluar en dónde estamos en nuestro desarrollo, en vez de enojarnos por ello. “Esta persona que me critica me está señalando ciertos aspectos de los cuales quizá pudiera aprender algo”. En este sentido, es recomendable intentar tolerar la crítica y aprender a manejarla cambiando nuestra actitud. Si nos alteramos mucho, puede hacernos quedar peor que si un loco nos criticara y nos gritara.

Paciencia con la naturaleza de las cosas

Otra forma de manejar el enojo y desarrollar la paciencia es la “paciencia con la naturaleza de las cosas”. La naturaleza de las personas inmaduras e infantiles es actuar mal y groseramente. La naturaleza del fuego es ser caliente y quemar. Si metemos la mano en el fuego y nos quemamos, bueno, ¿qué esperábamos? El fuego es caliente, por eso quema. Si atravesamos la ciudad en coche durante la hora de la comida, bueno, ¿qué esperábamos? Es la hora de la comida, habrá tráfico pesado, esa es la naturaleza de las cosas. Si le pides a un niño pequeño que lleve una charola o una taza de té caliente y la derrama, bueno, ¿qué esperábamos? Es un niño, no podemos esperar que un niño no derrame nada. De la misma manera, si le pedimos a una persona que nos haga un favor o que haga algo en nuestro negocio, hacemos un acuerdo, y luego nos decepcionan, bueno ¿qué esperábamos? La gente es infantil, no podemos contar con los demás. Shantideva, el gran maestro indio dijo: “Si quieres hacer algo positivo y constructivo, hazlo tú mismo, no dependas de nadie más. Esto es porque si dependes de alguien más, no hay certeza de que él o ella no te defraude o decepcione.” De esta manera podemos ver tales situaciones: “Bueno, ¿qué esperaba? Si es la naturaleza de las personas es decepcionar a los demás, no hay razón para enojarme”.

Paciencia de la esfera de la realidad

El último método contra el enojo es llamado “paciencia de la esfera de la de la realidad”, ver lo que en realidad está ocurriendo. Tendemos a etiquetar a otros, a los objetos y a nosotros mismos con una identidad sólida. Es como dibujar con nuestra imaginación una línea gruesa alrededor de un aspecto de nosotros y proyectar a este aspecto una identidad sólida. “Este es quien soy, así es como siempre seré”. Por ejemplo, “soy un regalo de Dios al mundo” o “Soy un perdedor, un fracasado”. O ponemos una línea gruesa alrededor de alguien más y pensamos: “Es odioso. Es un bueno para nada, un perturbador”. Sin embargo, si esa fuera la verdadera identidad de la persona, siempre tendría que existir de esta manera: tendría que haber existido de esta forma desde pequeño, también tendría que ser odioso para todo el mundo, incluyendo su esposa, su perro, su gato y sus padres, porque realmente es un individuo odioso.
Si nos damos cuenta de que las personas no existen con una línea gruesa a su alrededor delineando su identidad verdadera o naturaleza concreta, eso nos hace relajarnos y no enojarnos con ellos. Veríamos el comportamiento odioso de esta persona como un suceso pasajero, aunque fuera frecuente, y que no constituye la forma en que tiene que ser siempre.


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