Aquellos que desean eliminar su propio sufrimiento,
aquellos que desean disipar el sufrimiento de los demás y aquellos que desean
disfrutar de inmensa felicidad, no deben abandonar nunca la práctica de la
bodhichita.
Aunque los seres sintientes desean liberarse del
sufrimiento, no dejan de crear sus causas, y aunque desean la felicidad, debido
a su ignorancia la destruyen como si fuera su enemigo.
Al igual que lo que experimento en un sueño, todo
aquello de lo que disfruto ahora se convertirá en un vago recuerdo, puesto que
lo que ya ha sucedido nunca volverá
Que me convierta en un tesoro inagotable para los
pobres y destituidos.
Que me
transforme en todo lo que necesiten y esté siempre a su disposición.
A partir de este momento, sin sentimiento de pérdida,
ofrezco mi cuerpo, mi riqueza y mis virtudes acumuladas en los tres tiempos,
para ayudar a todos los seres sintientes, mis madres.
Por estas razones, Buda, el Ser Bienaventurado, dijo
que es tan difícil obtener una existencia humana como que una tortuga
introduzca su cabeza en una argolla flotando a la deriva en un gran acéano.
Los enemigos internos del odio, el apego y demás
engaños carecen de brazos y piernas, y no tienen coraje ni habilidad, ¿cómo
entonces, han conseguido convertirme en su esclavo?.
Mientras moran en mi mente me perjudican a su
antojo y yo, sin enfadarme, los tolero
con paciencia. ¡Qué vergüenza¡ este no es el momento de ser pacientes.
Un elefante salvaje enloquecido no puede provocar tanto
daño en este mundo como los sufrimientos de los infiernos más profundos
causados por el elefante desbocado de nuestra mente. Pero si sujetamos por todas partes con firmeza el
elefante de nuestra mente con la soga de la retentiva, nuestros temores
desaparecerán y las virtudes caerán en nuestras manos.
Incluso aquellos que desean encontrar la felicidad y
evitar el sufrimiento vagarán sin rumbo ni objetivo si no practican el
adiestramiento de la mente, el Dharma supremo y principal.
Por lo tanto, vigilaré de cerca mi mente y la protegeré
de lo que impropio. Si la disciplina de vigilar la mente, ¿de qué me sirven las
demás disciplinas?.
Al igual que aquello que padecen una enfermedad no
tienen fuerzas para realizar ningún trabajo físico, aquello cuyas mentes están
aturdidas por la confusión tampoco las tienen para realizar ninguna acción
virtuosa.
Debo prepararme para cualquier actividad pensando: “Mi cuerpo y mi mente han de conservar la
serenidad”, y de vez en cuando he de analizar con detenimiento lo que estoy
haciendo.
Cuando vaya a surgir en mi mente el apego o el enfado,
no debo hacer ni decir nada, si no permanecer impasible como un trozo de
madera.
¿Por qué, mente, consideras que este cuerpo es tuyo y
te aferras a él con tanto apego?
Solo lo has
tomado prestado de otros y pronto te será arrebatado.
¿Por qué, mente confusa, no te aferras a un objeto de
madera limpio? ¿ De qué sirve aferrarse
a esta máquina podrida que no es más que un montón de impurezas?
Voy a considerar mi cuerpo como una barca, un vehículo
para ir y venir, y para que todos los seres sintientes disfruten de bienestar,
lo transformaré en una joya iluminada que colma todos los deseos.
No hay peor maldad que el odio ni mejor virtud que la
paciencia. Por lo tanto, debo esforzarme
en lo posible por familiarizarme con la práctica de la paciencia.
Si guardo dolorosos sentimientos de odio, no disfrutaré
de paz interior ni encontraré alegría ni felicidad, estaré inquieto y seré
incapaz de dormir.
Si tengo que hacer lo que no quiero o no se cumplen mis
deseos, siento malestar, que se convierte en el combustible del malestar que mi
odio aumente y me perjudique.
Si algo tiene
solución, ¿qué necesidad de preocuparse?, y si no la tiene, tampoco sirve de
nada hacerlo.
Además el sufrimiento tiene muy buenas cualidades, al
experimentarlo eliminamos el orgullo, generamos compasión por los que están
atrapados en el samsara, abandonamos el mal y nos deleitamos en la virtud.
Si una persona nos ataca con un palo u otra arma, por
lo general nos enfadamos con ella, pero como su intención está gobernada por el
odio, en realidad deberíamos dirigir nuestra ira contra ese odio.
Si una persona se despertase de un sueño en el que ha
disfrutado de cien años de felicidad, y otra se despertase de otro en el que ha
disfrutad de felicidad durante un solo momento, una vez despiertas, las dos se encontrarían en la misma
situación, puesto que ninguna podría recuperar su felicidad. Del mismo modo,
tanto si nuestra vida es larga o corta, al morir todo terminará igual.
E incluso si tu enemigo sufriera como deseas, ¿cómo te
beneficiaría a ti? Si me respondes:
“por lo menos, me sentiría satisfecho”, ¿existe, acaso, mente más infame que
esta?
Aquellos que me hacen sufrir son como Budas que me
conceden bendiciones. Puesto que me conducen por el camino de la
liberación, ¿por qué voy a enfadarme con
ellos?.
Sin lugar a dudas, los compasivos Budas han alcanzado
la realización de cambiarse por todos los seres sintientes. Por lo tanto, puesto que la naturaleza de los
seres sintientes es la misma que la de los Budas, demos mostrarles el mismo
respeto.
Sin
desanimarme, debo acumular méritos y sabiduría, y esforzarme por controlar mi
mente como retentiva y vigilancia mental.
Luego he de igualarme con los demás y adiestrarme en cambiarme por
ellos.
El Bodhisatva
ha abandonado las acciones perjudiciales y, por lo tanto, no experimenta
sufrimiento físico, y puesto que realiza la vacuidad con claridad, tampoco se
siente dolor mental. En cambio nosotros
estamos afligidos por las concepciones erróneas y nuestros cuerpos y mentes
sufren por culpa de las acciones perjudiciales.
Los cuatro poderes que nos ayudan a beneficiar a los
demás son: El poder de la aspiración,
el de la perseverancia, el del gozo y el de la relajación. El poder de la aspiración se genera
contemplando los beneficios de las acciones virtuosas y temiendo al ciclo de
sufrimientos.
Siento un
intenso anhelo por adquirir objetos de deseo que, como la miel sobre el filo de
una navaja, no producen verdadera satisfacción.
Sería mucho mejor sentir anhelo por realizar acciones virtuosas, que son
la causa de la felicidad duradera de la liberación del sufrimiento.
Tras comprender que es posible eliminar por completo los
engaños con la unión de la permanencia apacible y la visión superior, debo
esforzarme por alcanzar la permanencia apacible y abandonar voluntariamente el
apego de la vida mundana.
¿Por qué me enfado cuando alguien me critica y me
alegro cuando me alaba? Tanto las
criticas como las alabanzas son meras palabras vacías, como un eco en una
cueva.
Me retiraré a un
comentario y meditaré sobre la impermanencia de mi cuerpo pensando que en realidad
no es diferente de un cadáver, puesto que ambos se descomponen a cada momento.
Al igual que un
viajero no tiene un apego a la posada donde se hospeda durante una noche, yo
tampoco debo tener apego a este cuerpo, que es mi posada solo durante este
renacimiento.
En primer
lugar, debo practicar la meditación de igualarme con los demás. Puesto que
todos somos iguales en que deseamos ser felices y evitar el sufrimiento, debo
estimar a todos los seres tanto como a mí mismo.
Tras
considerar las desventajas de estimarme a mí mismo y las innumerables buenas
cualidades de estimar a los demás, debo eliminar la estimación propia por
completo y habituarme a estimar a los demás. Al igual que
considero mis manos y demás como partes de mi cuerpo, también debo considerar a
todos los seres, como parte de una misma unidad viva.
Toda la
felicidad de este mundo surge del deseo de ayudar a los demás a ser felices,
mientras que todo el sufrimiento surge de desear nuestra propia felicidad. ¿Qué
necesidad hay de muchas explicaciones?
La persona inmadura trabaja por su propio beneficio, mientras que los
Budas trabajan solo por el beneficio de los demás. ¡Observa la diferencia entre ambos¡.
Al igual que
sin extinguir el fuego no podemos evitar quemarnos, sin eliminar la estimación
propia no podemos liberarnos del sufrimiento. Por lo
tanto, para eliminar mi sufrimiento y el de los demás, me pondré al servicio de
estos últimos y los consideraré tan importantes como yo mismo. En resumen, que
el daño que he causado a los demás por mi beneficio vuelva y caiga sobre mí por
su beneficio.
Hay dos verdades: convencionales y últimas. La verdad
última, la vacuidad, es un fenómeno negativo no afirmante que no puede ser
realizado de manera directa por una mente con apariencias duales porque esta es
una mente con apariencias duales porque esta es una mente convencional y, por
lo tanto, una percepción errónea.
Las formas que
percibimos de manera directa son meras apariencias en la mente. Son falsas por
que la manera en que aparecen no se corresponde con el modo en que existen, al
igual que normalmente se considera que el cuerpo humano es limpio cuando en
realidad no lo es.
No tenemos la
intención de refutar la existencia de la conciencia visual, auditiva o
cualquier otra. Lo que debemos abandonar es la percepción que se aferra a las
formas y demás fenómenos con existencia verdadera, la causa principal del
sufrimiento.
Finalmente,
cuando la existencia verdadera de los objetos funcionales y la de la vacuidad
dejen de aparecer en la mente, puesto que no hay ninguna otra apariencia de
existencia verdadera, la mente permanecerá en el apacible estado resultante
donde todas las concepciones han cesado.
Si hubiera un yo con existencia inherente,
tendría sentido tener miedo, pero como este yo no existe, ¿quién es el que
tiene miedo? Los dientes, el cabello o las uñas no son el yo ni
tampoco los huesos ni la sangre. Las mucosidades y flemas no son el yo ni
tampoco la linfa ni la pus. La grasa y el sudor del cuerpo no son el yo ni tampoco
los pulmones ni el hígado. Ninguno de los demás órganos internos son el yo ni
tampoco el excremento ni la orina.
La carne y la piel no son el yo ni tampoco el calor del
cuerpo ni los aires internos. Las cavidades del cuerpo son el yo ni tampoco
ninguna de las seis conciencias.
Lo que debemos
eliminar son el sufrimiento y sus
causas, y es la ignorancia del aferramiento propio la que aumenta las
perturbaciones mentales y el sufrimiento.
<<Pero es imposible eliminar el aferramiento propio
de manera permanente>>.
No es imposible, y la meditación en la ausencia de entidad
propia o vacuidad es el método supremo para conseguirlo.
El antídoto para eliminar el aferramiento a las
sensaciones con existencia verdadera es la contemplación y meditación en la carencia
de existencia verdadera.
La visión superior que surge del análisis de esta vacuidad
en permanencia apacible es el alimento que nutre las realizaciones del yogui.
La conciencia
mental no es el cuerpo ni algo inherentemente distinto de él. No esta mezclada con el cuerpo ni tampoco
está completamente separada de él.
Ni la más pequeñas de sus partes tiene existencia verdadera.
Esta carencia de existencia verdadera, la vacuidad de la
mente, se denomina estado natural del
nirvana.
En el samsara hay innumerables trampas que nos
conducen al sufrimiento.
En lugar de encontrar el camino de la vacuidad, que nos
conduce a la libertad, seguimos atrapados por su opuesto, el aferramiento a la
existencia verdadera.
Si mientras
permanecemos en el samsara no encontramos el camino de la vacuidad.
Que pueda yo extinguir el fuego del sufrimiento que
atormenta a estos seres con una abundante lluvia de felicidad que descienda de
las nubes de mis méritos, y dotado de la sabiduría que realiza la carencia de
existencia verdadera, puede enseñar la vacuidad a todos los seres sintientes
que sufren debido a su aferramiento propio.
Bodichita Término sánscrito que significa “mente
de la iluminación”. Bodhi quiere decir “iluminación”, y chita,
“mente”. Puede ser de dos clases: convencional y última. Por lo general, cuando
se habla de bodhichita, se hace referencia a la acepción convencional,
la mente primaria motivada por la gran compasión que desea de manera espontánea
alcanzar la iluminación por el beneficio de todos los seres sintientes, y puede
ser aspirante o comprometida. La bodhichita última es la sabiduría que realiza
la vacuidad, la naturaleza última de los fenómenos, de manera directa, y está
motivada por la bodhichita convencional.
Meditación. Método para familiarizar la mente de
manera constante y profunda con un objeto virtuoso. Es una acción mental con la
que se cultiva la paz interior. Hay dos clases de meditación: analítica y de
emplazamiento. Cuando utilizamos nuestra imaginación, memoria y capacidad de
razonamiento para encontrar el objeto en que queremos concentrarnos estamos
realizando una meditación analítica. Cuando encontramos el objeto y lo
mantenemos en concentración de manera convergente, estamos realizando la
meditación de emplazamiento. Existen innumerables objetos de meditación.
Algunos, como la impermanencia o la vacuidad son objetos que la aprehende la
mente. Otros, como el amor, la compasión y la renuncia, son actitudes o estados
mentales. Primero realizamos una meditación analítica hasta que el objeto en
particular que hayamos elegido aparece en nuestra mente o hayamos generado la
actitud mental deseada. Este objeto o actitud mental es nuestro objeto de
meditación.
GUIA DE LAS OBRAS DEL Bodhisatva. Autor: Shantideva. Editorial: Tharpa. España (2002) Pág. 224
Mente conceptual Pensamiento que aprehende su objeto
por medio de una imagen genérica. Véase Comprensión de la mente.
Mente primaria Término sinónimo de conciencia.
Conocedor que aprehende principalmente de la mera entidad de un objeto. Hay
seis clases de mentes primarias: Visual, auditiva, olfativa, gustativa,
corporal y mental. Cada momento de la mente está compuesto por una mente
primaria y varios factores mentales. Estos dos forman una misma entidad, pero
tienen diferentes funciones. Véase Comprensión de la mente.
Ocho preocupaciones mundanas.
Alegrarse o entristecerse en exceso cuando experimentamos, respectivamente,
felicidad o sufrimiento, riqueza o pobreza, al recibir alabanzas o criticas, o
al tener una buena o mala reputación. Se denominan de este modo por que las
personas mundanas se esfuerzan en todo momento por disfrutar de circunstancias
favorables y evitar las desfavorables.
GUIA DE LAS OBRAS DEL Bodhisatva. Autor: Shantideva. Editorial: Tharpa. España (2002) Pág. 232
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