jueves, 13 de octubre de 2011

El que observa los rebaños


V

Hay bastante metafísica en no pensar en nada

¿Qué pienso yo del mundo? ¡Yo qué sé lo que pienso del mundo!
Si me enfermase, pensaría en ello.

¿Qué idea tengo yo de las cosas?
¿Que opinión tengo sobre las causas y los efectos?
¿Qué he meditado sobre Dios y el alma
y sobre la creación del mundo?
No sé. Para mí pensar en eso es cerrar los ojos
y no pensar. Es correr las cortinas
de mi ventana (pero no tiene cortinas).

¿El misterio de las cosas? ¡Qué sé yo lo que es misterio!
El único misterio es que haya quien piense en el misterio.
Quien está al sol y cierra los ojos
comienza a no saber lo que es el sol
y a pensar muchas cosas llenas de calor.
Pero abre los ojos y ve el sol
y ya no puede pensar en nada
porque la luz del sol vale más que los pensamientos
de todos los filósofos y de todos los poetas.
La luz del sol no sabe lo que hace
y por eso no yerra y es común y buena.

¿Metafísica? ¿Que metafísica tienen aquellos árboles?
La de ser verdes y encopetados y tener ramas
y la de dar fruto en su momento, nada que nos haga pensar
a nosotros, que no sabemos tomarlas en cuenta.
Pero ¿qué metafísica mejor que la suya,
que es la de no saber para qué viven
ni saber que no lo saben?

«Constitución íntima de las cosas...»
«Sentido íntimo del universo...»
Todo esto es falso, todo esto no quiere decir nada.
Es increible que pueda pensarse en cosas como éstas.
Es como pensar en razones y fines
cuando el comienzo de la mañana está rayando y por
los lados de los árboles
un vago oro brillante va perdiendo la oscuridad.

Pensar en el sentido último de las cosas
es exagerado, como pensar en la salud
o llevar un vaso de agua a las fuentes.
El único sentido íntimo de las cosas
es que no tienen sentido íntimo alguno.

No creo en Dios porque nunca lo vi.
Si él quisiera que yo creyera en él,
Sin duda que vendría a hablar conmigo
Y entraría por mi puerta adentro
Diciéndome, ¡Aquí estoy!

(Esto es tal vez ridículo a los oidos
De quien, por no saber lo que es el mirar a las cosas,
No comprende a quien habla de ellas
Con el modo de hablar que reparar hacia ellas enseña.)

Mas si Dios es las flores y los árboles
Y los montes y sol y la luz de la luna,
Entonces creo en él,
Entonces creo en él a toda hora,
Y mi vida es toda una oración y una misa,
Y una comunión con los ojos y por los oidos.

Mas si Dios es los árboles y las flores
Y los montes y la luz de luna y el sol,
¿Para qué le llamo yo Dios?
Le llamo flores y árboles y montes y sol y luz de luna;
Porque si él se hizo, para que yo lo vea,
Sol y luz de luna y flores y árboles y montes,
Si él se me aparece como siendo árboles y montes
Y luz de luna y sol y flores,
Y él quiere que yo lo conozca
Como árboles y montes y flores y luz de luna y sol.

Y por eso yo le obedezco,
(¿Qué más sé yo de Dios que Dios de sí mismo?),
Le obedezco viviendo, espontaneamente,
Como quien abre los ojos y ve,
Y le llamo luz de luna y sol y flores y árboles y montes,
Y lo amo sin pensar en él,
Y piénsolo viendo y oyendo,
Y ando con él a toda hora.

El guardador de rebaños
Fernando Pessoa
Alberto Caeiro

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