Éste imbécil que cree en sus palabras, es un cobarde, un estafador de sí mismo. No plasma el paisaje que ve, sino que lo deforma a su conveniencia. Le teme a las horas y se endulza el ego con heridas, mientras una ovación da asilo a su aguardiente queja.
Se chupa los días pensando que en algún momento, frente al espejo, le rinda mis honores.
Joaquín Valsalva.
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