La boca seca y las piernas tambaleantes, el
andar lo perseguía como su sombra, la compulsión a buscar y no
encontrar. Iba ciego, el ansia le manchaba los ojos. Iba mudo, o al
menos lo que decía no le servía para nada. Brotaban palabras de su boca
que todos entendían menos él. Los pies hechos un nudo, sangrantes y
cansados, partidos, pidiendo piedad al sordo de sí. La nariz no percibía
olor alguno. La utilizaba fiel y únicamente para llorar. Y a un lado el
caballo, viéndolo con clemencia y compasión. Ofreciendo su lomo al
pobre necio (de manera discreta para no humillar) al pobre buscador
llamado hombre, al completo que es manco. Al pobre que no se encuentra
nunca, como vampiro en el espejo.
E.A.L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario