Admiro a la mujer que sale de la
superficialidad del ojo burdo, que rompe la burbuja del físico, la
imagen, el coqueteo, la competitividad de a cuantos logra agradar.
Admiro a la que trabaja la paciencia y la generosidad. Rompe la
pasividad y defiende sus ideas con respeto y congruencia para el bien
común y no con fanatismos o complejos, se une con lealtad al objetivo y
lo hace prosperar. Esas son las mujeres que yo conozco. Y esas son las
que mantienen el mundo aún en función. Gracias a ellas yo no me uno al
que dice que la mujer es incomprensible.
E.A.
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