
Ayer soñe que cantaba este tango,
a coro con algunos amigos,
y a todos nos desgarraba las cuerdas,
al fin de cuenta, y aun sin quererlo
todos somos mártires.
Aquel que una tarde entró al conventillo,
echao a los ojos el funyi marrón;
botín enterizo, el cuello con brillo,
pidió una guitarra y para ella cantó.
Aquel que, un domingo, bailaron un tango;
aquel que le dijo: "Me muero por vos";
aquel que su almita arrastró por el fango,
aquel que a la reja más nunca volvió.
Ventanita de arrabal
donde sólo hay flores secas,
ResponderEliminarvos también abandonada
de aquel día... se quedó...