Domingo 7:15, me levanto para ayudar a cocinar el almuerzo para mi familia en casa de mi abuelita. Mi tía Leonor ya estaba despierta y lista, igual que mi abuela, mi papá y Dulce, mi prima. Cortamos el queso, el chile, el tomate, la cebolla, la papa. Doña Nidia hervía el agua, mi abuelita decidió que dentro del recipiente pondría ya el azúcar y el café. Mi tía Leonor volvió a calentar el agua, “si no está bien caliente no es café”. Mi tía Esther llego mientras cocinábamos diciendo “hombre no dejan dormir!” y luego levantando una sonrisa.
El almuerzo ocurrió en la cochera de mi tío Eliud. Afuera y con el aire peinándonos. Menudo, queso guisado, papita con chorizo, cebolla y chile, huevito y chilaquiles fueron el festín. Llega mi tía nena reclamando lo mismo a mi abuelita “uste que no me deja dormir mbe!, me movía la cama adrede, ahí anda buscando que sus zapatos, que prendiendo el foco, removiendo la cama” y todos carcajeando. Luego profundizó en su plática del trabajo, su jefe Coreano, Mr. Chí, (o al menos asi se oye cuando lo pronuncia) y su intento de que supiera cuando es su cumpleaños. “fiesta Mr Chí! Tráigame a su traductor, fiesta!” y el: “no entender, no entender” y huyendo.
Pasa un señor de algunos sesenta y tantos años, no le pregunté su nombre pero le ofrecí un plato de comida ya que se acerco pidiendo “un trabajito”, a todo pedía perdón, le dije “tiene hambre? Quiere un taquito?” y me contesta “la verdad si, perdón, perdón” “vengo de Durango, fui pal otro lado y me agarro la migra, perdón” “aquí están mis credenciales señores míos, ando buscando un trabajito, una chambita, perdón” y yo le decía que no había porque pedir perdón. Le servimos un buen platito, lo sentamos con nosotros y comió bien agusto, traía mucha hambre. Cuando acabó, dijo ya terminé y volvió a pedir perdón. Se despidió bendiciéndonos como diez veces y pidiendo perdón otras cinco.
Luego pasaron el Maco y el Güerillo, el Maco era de los mas picudillos del barrio cuando mis tíos eran chicos y viene de cuando en cuando a pedirle a mi tía ora tomate, ora salsa, ora veinte pesos, vaya, lo que le falte pa la comida, y luego le trae un taquito de lo hecho. En este caso venían vendiendo mangos, en un diablito, 3 por 10 decía y mi abuelita mando traer una bolsa de Soriana para comprarle varios… Cuando ellos estaban ahí, se acerco otra persona preguntando si ahí se vendían tacos, (debió haber visto al señor de los perdones)… todos soltamos carcajada y el Maco dijo que era casa de beneficencia. Mi abuelita le indicó cuantos quería y él replicó que no le quería vender todos ya que “luego que vendo”. Y mi tía se mofaba diciendo, “no le compren porque han de estar como el dueño”… le compraron y se fue bien contento apurado por el güerillo que iba en bici.
Fuimos por el periódico mi papá y yo, caminamos hasta el metro, y de regreso nos encontramos al Blacky, alias el tunty, un perrito negro de mi abuelita que se pasea cual humano, va al mercado, a la farmacia, hasta a julio cepeda va el ingrato y nunca nos trae nada... Siempre regresa, una vez mi primo Oliver le dio en el clavo cuando dijo “Como cree que se va a ir güelita, si aquí tiene sexo y comida gratis” (había varias perritas en ese entonces). El blacky, aparte de las mencionadas, tiene una novia, o tenia, una chihuahueña que lo buscaba siempre fiel afuera del barandal, y el siempre haciéndose el interesante solo le hacía caso a veces. El caso es que lo vimos y le hablamos para que viniera con nosotros y nos siguió. Pasando por una iglesia Cristiana, el pastor decía sorprendido, con voz de extranjero, que el perrito siempre se andaba paseando.. “la otra vez lo vi en la farmacia” dijo asombrado. Nos regresamos riendo.. Como cambia la perspectiva de la vida cuando nos apreciamos sus detalles. La vida tiene mucho pal que sabe usarla...